NOTICIAS DE LA VILLA DE ESPERA
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Carátula del tríptico
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Queridos Jóvenes y hermanos todos en Cristo Jesús:
El próximo día 20 de Marzo, recibiremos en nuestra
diócesis la Cruz de los jóvenes y el Icono de María. La cruz la entregó Juan
Pablo II en el año santo de 1984, a los jóvenes católicos de todo el mundo, como
símbolo que identifica las Jornadas Mundiales de la Juventud:
“Queridos jóvenes, al clausurar el
Año Santo os confío el signo de este Año Jubilar: ¡la Cruz de Cristo! Llevadla
por el mundo como signo del amor del Señor Jesús a la humanidad y anunciad a
todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención”. Una Cruz vacía que ha
ido recorriendo todos los continentes en sus diversos rincones llenos de las
necesidades más variopintas. Una cruz que habla todos los idiomas de la tierra.
Una cruz en la que Cristo se ha crucificado con cada uno de los inocentes que
sufren la soberbia y los egoísmos de la humanidad. Una cruz que es fuente de
esperanza para todos los inocentes víctimas de las guerras, del hambre y de todo
tipo de sufrimientos, fruto de las avaricias y envidias de este mundo. Una cruz
que ha sido, es y será lecho de amor para todos los jóvenes que quieran
construir sus vidas en la verdad de la humildad, de la donación y del amor. Una
cruz que nos pone delante multitud de inquietudes, esperanzas, lágrimas,
sonrisas y gozos de tantos jóvenes que han orado a sus pies y la han mirado con
el corazón en las manos. Y junto a Cristo y a sus discípulos jóvenes, está María
al pie de la Cruz representada en el Icono, que fue entregado por Benedicto XVI
a los jóvenes alemanes en colonia.
Con este gesto, el Santo Padre, quiso unir un Icono de la
Virgen a la cruz de los jóvenes:
“A la delegación que ha venido de Alemania le entrego hoy también
el icono de María. De ahora en adelante, juntamente con la Cruz, este icono
acompañará las Jornadas Mundiales de la Juventud. Será signo de la presencia materna
de María junto a los jóvenes, llamados, como el apóstol san Juan, a acogerla en
su vida.”
Pues bien queridos hermanos, acojamos la cruz con gozo y
alegría, pues, como afirma S. Cirilo de Jerusalén, ella es el máximo motivo de
gloria para la Iglesia universal. Así lo expresa con acierto San Pablo, que tan
bien sabía de ello:
lo que es a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de
Nuestro Señor Jesucristo (Ga 6,14). Por tanto, no nos avergoncemos nunca de la cruz del Salvador,
sino más bien gloriarnos en ella, pues nos muestra el rostro amoroso de nuestro
Dios, que se ha donado para salvarnos e iluminarnos el camino de la eternidad.
En ella contemplamos el cuerpo martirizado de Jesús, que manifiesta la gloria
del Señor y nos muestra la grandeza de amor de nuestro Dios.
En estos días
cuaresmales, aprovechemos la estancia de la cruz de los jóvenes en nuestra
diócesis como preparación para la semana Santa y para vivir aquella profecía de
la Escritura sobre Jesús:
“Mirarán al que atravesaron”
(Zac 12,10; Jn 19,37). Contemplemos una cruz simple que, frente
al mundo prepotente y soberbio, se alza como trono de sabiduría. Una cruz
desnuda que, frente al mundo materialista y relativista, se alza como cátedra
del amor y de verdad y nos invita a dirigir cada día nuestros pensamientos y
nuestros corazones a Jesucristo. Admiremos una cruz vacía en la que el misterio
del hombre resplandece con una fuerza especial de verdad y de amor.
Es en ella donde podemos encontrar las respuestas a
nuestras preguntas más profundas de quiénes somos y de dónde venimos, pues es en
esa cruz,
escándalo para los judíos, necedad para los gentiles
(1ª Cor 1,23), donde Cristo Redentor ha revelado plenamente el
hombre al mismo hombre.
En estos días de oración y contemplación de la cruz en
nuestra Diócesis, participemos activamente en todas las celebraciones litúrgicas
en torno a ella para saciar nuestra sed de eternidad y de amor. Convirtámonos en
cirineos, llevando la cruz por los colegios, los hospitales, residencias de
ancianos, las calles de nuestras ciudades, etc. para que todos puedan tener
acceso a la cruz de Cristo, lugar privilegiado para el encuentro personal con el
Señor y para experimentar su misericordia infinita. Mostremos a todos que el ser
humano únicamente en ella puede ser perdonado y sólo en ella puede empezar a
quererse limitado y débil. Gritemos al mundo entero que la cruz es el único
sitio donde podemos experimentar el poder liberador de la gracia y el gozo de la
reconciliación y la paz.
Por último, os invito a todos a contemplar el icono de
María para, con Ella, descubrir que la cruz, por pesada que sea, es fuente de
salvación y motivo para seguir a Jesús. Agarremos la mano de María para, como
San Juan, no desfallecer ante la cruz de nuestros sufrimientos. Miremos, junto a
María, a Jesús clavado en la cruz, muerto en ella por nuestra salvación y
resucitado para regalarnos a todos esa misma resurrección, que nos lleva a
experimentar en nuestra vida que
para
Dios nada hay imposible. Encomendémonos a Nuestra Madre la Inmaculada Concepción
para que nos ayude a presentarnos ante el mundo “Arraigados y edificados en Cristo,
firmes en la fe” (Col 2, 7).
Con todo mi afecto y bendición,
U José Mazuelos Pérez
Obispo de Asidonia-Jerez |
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@ Antonio Durán Azcárate. 2001 - 2011 Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA