- POEMAS Y UNA LEYENDA-

 

-         Papa, ¿qué es poesía y qué es un poeta?- demandaba la curiosa pequeña a su progenitor.

-         Muy arduo es explicar las dos cosas y más  complicado aún que me entiendas, cielo. ¿No sería mejor que te escribiera una poesía y después me haces las preguntas que quieras?

-         Me encantan tus poesías, viejo. ¿Cuándo vas a escribir un libro con ellas?

-         Te prometo que lo voy a hacer muy pronto.

-         ¿Me lo dedicaras a mí?- pregunto curiosa y con sus enormes ojos abiertos.

-         ¡Ah, chiquitina! Irá dedicado a mama; más, tú y tu hermano seréis las diminutas musas que cantaréis poéticamente en el libro. ¿Comienzo con la Poesía?

-         Estoy esperándola- replicó la chavalita.

 

 

¡ Infeliz poeta!

Te inspira su carencia,

Te anula su presencia.

Si falta, audaz le cantas;

Si llega, mudo callas.

 

Váyanse metas,

Trabas y escollos.

Limpia tus ojos,

Brama cual trueno.

Sigue el sendero,

Pleno de estrellas.

 

En cada palabra, luz;

En cada pasaje, ardor;

En cada poema, tú.

 

Expresa tus ideas

Ligeras y fragantes

Y deja de llorar,

Infeliz poeta.

 

- Hay muchas palabras que tienes que explicarme, papa! Y, además me parece que un poeta no puede ser infeliz.

-         Pues, yo tengo la sensación de que muy felices tampoco lo fueron los grandes poetas, nena.

-         Bien, ahora después, hablamos de esos y otras cosas. Más, te recuerdo que me prometiste un final para la leyenda de la Camarera de la Virgen de Gracia.

-         Lo prometido es deuda: voy a narrártelo.

-         ¿En verso o en prosa? –inquirió la niña.

-         Ahora lo verás:

 

Las estrellas y el sol caminan

En su circulo eterno y diurno;

Y los jóvenes ríen y aman,

Observando los cielos su gran dicha.

 

Pero un día llego el momento

De la marcha. Rogó la niña

A su amado atrasar la despedida.

El marino juro volver con ella.

Pasaron meses y años

Y el marino jamás volvía.

Diariamente, alegre, iba la niña

A ver si llegaba su amado.

 

“¡Ay, zagala! No esperes, que no viene”:

Le gritan las brisas con sus suaves notas.

 

Ella, sonriendo, aligera sus livianos pasos.

 

“Ha ya tiempo, olvido aquellas promesas”:

Le susurran los lirios, reyes de peñas.

 

Ella, cantando, lanza su divina mirada

Al borde de la arena, del mar adversaria.

“No vino ni vendrá, sí su llegada esperas”:

Le dijo la costera y menudita almeja.

 

Mucho tiempo espero ilusionada;

Anhelante primero, inquieta después

Y por ultimo desconsolada

 

Cuentan las sirenas del mar que tanto lloro la niña, que, con sus lagrimas, una grandiosa laguna formó en aquel lugar; Y que el Sol su callado amante, al notar el último suspiro de la muchacha, concentrando sus rayos, el agua de la laguna evaporó y, tras ello, ayudado por sus coléricos primos, los vientos, dirigió aquellas vastas nubes, hijas de lágrimas, hacia la dirección donde, según su costumbre, el perjuro amante nuevas aventuras buscaba; y, descargando una gran tormenta ayudado por sus hijos, truenos y relámpagos, hizo zozobrar el barco del falso: encontrando éste la muerte, de lagrimas saciado.

 

-         O sea, que al final, sus engaños y falsedades tuvieron castigo- dijo la muñeca con un tono un poco morboso y alegre.

-         Sí; pero, también recuerda que el mal puede estar tanto en “uno” como en “otra”- sentencio el padre.

 

A pesar de todo, la chicuela tenía mejor cara, al acabar esta segunda parte, que la que puso tras el final de la leyenda de la Camarera.