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REVISTA DEL CRISTO 2010

El Santo Cristo y los Enfermos

 

ADAPTACIÓN: Pedro Barranco

 

EL SANTO CRISTO Y LOS ENFERMOS

 

“Estuve enfermo y me visitasteis”. Propuso Jesucristo a sus discípulos, visitar, acompañar, ayudar a enfermos y ancianos, sigue siendo hoy un gran servicio cristiano sobre los enfermos.

            Como dijo el Papa Juan Pablo II: “empezamos imaginando que les estamos dando a ellos; terminamos por darnos cuenta de que ellos nos han enriquecido a nosotros”.

            Los que visitan a los enfermos deben transmitir la esperanza (que es un virtud teóloga) sobrenatural por la que deseamos y esperamos la vida eterna que Dios nos ha prometido a los que le amemos, o la confianza de lograr una cosa, de que la cosa deseada se realice como la recuperación de la salud del enfermo, transmitimos  esperanza cuando vemos a nuestro Santo Cristo en el enfermo. Cada uno tiene en sí mismo la vida, imagen del Cristo y puede ver esperanza aun en las situaciones más imposibles. Dios es un Dios imposible.

 

            Cuatro principios en la visita del enfermo:

 

            El primero es que los enfermos son hermanos y hermanas en Cristo a quienes debemos acercarnos con amor, responsabilidad y reverencia. Amor por la naturaleza misma que hemos adquirido como hijos de Dios Padre por medio de su hijo el “Santo Cristo” como “herederos de Dios y coherederos de Cristo” (Rm 8.17) Responsabilidad porque no estamos en este ministerio por nuestra propia iniciativa, sino por la de Dios, que nos ha puesto ahí como “embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros (2Co, 5,20) y reverencia porque esos hermanos y hermanas en Dios son sus criaturas creadas “a imagen suya” (Gn 1,27) y se merecen nuestro máximo respeto.

 

            El segundo principio va más lejos aún. En palabras de San Pablo, refiriéndose a cuando estaba enfermo: no me mostrareis desprecio ni repulsa, sino que me recibisteis como a un ángel de Dios: como a Jesucristo (Ga 4.14), que es como las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta ven a cada persona a quienes cuidan. Ni San Pablo ni la Madre Teresa exagerarían, pues Cristo nos dice: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicisteis” (Mt 25,40).

 

            El tercer principio es que mientras los enfermos son vulnerables al enemigo, se encuentran así mismo vulnerables y abiertos de manera especial a la gracia de Dios. Es entonces cuando los que visitamos enfermos y los sacerdotes entramos en sus vidas, lo mismo que hace el médico, ya que como ministros de Dios para los enfermos, debemos oír su voz diciendo “En su angustia me buscarán” (Os 5,15), y puesto que pueden necesitar que se les anime un poco debemos buscar cómo ayudarles a buscar a Dios a través de nuestro Santo Cristo, teniendo su imagen presente, teniendo sus oraciones como sustento y teniendo la fe y la fuerza de su testimonio.

            La cruz no es el final, es el principio. La cruz es el árbol de la vida, la tabla de los náufragos donde los cristianos nos aferramos a nuestra salvación para seguir viviendo.

            Que el evangelio se vuelva experiencia y no discurso, ver a Cristo en los demás es un don divino, no se busca, se encuentra si Dios lo quiere como la fe.

 

Finalmente, el cuarto principio es bastante sencillo: estamos ahí como “servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1Cor 4,1). Nunca podemos servir como es debido a nuestros hermanos y hermanas, a menos que tengamos “los mismos sentimientos que Cristo” (1Co 2,5), ni tampoco podemos ser sus administradores entre los enfermos ni en ningún otro lugar, a menos que Dios nos llene con la gracia de saber cuidar de ellos y saber cómo atraerlos hacia él, mostrando por ellos el amor y la compasión de Jesús.

 

            Cuando visito a un enfermo en el hospital le suelo leer la oración de San Francisco (Bendición), El Señor (El Santo Cristo) te bendiga y te guarde. Que el Santo Cristo te muestre su rostro y tenga misericordia de ti

            Te mire benignamente y le conceda salud y paz.

            Que el Señor (El Santo Cristo) te bendiga.

            Gracias a cuantos saludan, visitan, oran y se acuerdan de los enfermos espereños, de Beatriz, mi madre, enferma de alzhéimer. Que el Santo Cristo os bendiga ahora y siempre a todos. Feliz Cristo 2010 para todos los espereños allá donde se encuentren y que el Santo Cristo os acompañe siempre.

 

Bibliografía: Fernando Poyatos. Estuve enfermo y me visitasteis. Testimonio de Pastoral Sanitaria.

 

 

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@ Antonio Durán Azcárate. 2001  - 2010  Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA