Hermandad del Cristo, ¿por qué?, ¿para qué?
Desde pequeño he colaborado
con
De forma periódica y recurrente, desde el año 1980
aproximadamente, siempre se vuelve a oír la misma cantinela: “Tendríamos
que formalizar la Hermandad del Cristo”, “Deberíamos comprometernos a
constituir la Hermandad del Cristo”, “Somos la única comunidad
parroquial local en la que no hay Hermandad de su Santo Patrón”, …
A
fuerza de ser sincero, yo soy uno de los muchos que cantan ese
estribillo y, por qué no reconocerlo, con más frecuencia y estridencia,
quizás, que la mayoría. Pero la verdad es que unas veces por causas
ajenas y otras por mi propia desidia e indecisión, siempre pasa de moda
la canción, hasta que otra reedición de la misma se ponga de moda.
Pero, mira por dónde, y debido a la fuerza del azar,
hace dos o tres meses llegó a mis manos una documentación de hace ya
bastantes años, y en la cual aparecen dos actas de la Hermandad del
Cristo, correspondientes a los años 1927 y 1951 respectivamente. La
friolera de más de tres cuartos y más de medio siglo de antigüedad.
Leyendo las mismas, ¡oh curiosidad!, he llegado a la conclusión de que
la problemática de la existencia, constitución y funcionamiento de esta
Santa Hermandad, ya sea unas veces por vicisitudes históricas y otras
por muy diversos motivos, es algo crónico y recurrente. En efecto, a lo
largo del último siglo, cada 25 años aproximadamente, hay que volver a
retomar el tema de la reorganización y vuelta a poner en funcionamiento
de nuestra Hermandad del Cristo.
Todo lo anterior me ha llevado a pensar, meditar,
analizar y reflexionar sobre el tema, y a cuestionarme cuál ha sido mi
actitud como católico espereño, a lo largo de los años vividos desde que
empecé a participar y colaborar en la vida parroquial hasta hoy.
La verdad sea dicha, ha sido la lectura de las actas
de la Hermandad, a la que antes hacía referencia, lo que me ha impulsado
a publicar este artículo, que no es más que una manifestación pública de
la entonación de un “mea culpa” y que es la conclusión a la que he
llegado después de mucho cavilar.
En el acta del año 1927, entre
los conocidísimos espereños que reorganizan
¿Por qué la existencia de la Hermandad?
Seguro que cada uno de los que lean este artículo
y, por supuesto, muchísimos de los que no lo leerán, tienen bastantes
respuestas más que convincentes para responder a esta pregunta.
Pienso
que, sin ánimo de ser exhaustivo, podemos aducir las siguientes
argumentaciones:
†
Porque como cristianos, tenemos no sólo el deber sino la obligación de
proclamar la fe que profesamos, y nada mejor que hacerlo como espereños
que somos, bajo la protección de Nuestro Santo Patrón.
†
Porque como cristianos hemos de aglutinar nuestra fe actuando
colectivamente, como el mismo Jesús nos dijo: “Os aseguro que si dos de
vosotros se ponen de acuerdo sobre la tierra, cualquier cosa que pidan
les será concedida por mi Padre Celestial. Porque donde hay dos o tres
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18,
19-20). Y ¿qué mejor que reunirse alrededor de nuestro Santísimo Cristo
de Lantigua?
†
Porque tenemos que saldar la enorme deuda de gratitud que tenemos
contraída con nuestros antepasados, y sobre todo con los más recientes,
por la fe que nos han transmitido de generación en generación, y no
podemos ser nosotros quienes rompamos con esa trayectoria.
†
Porque no podemos quedar ante la Historia como la generación que, como
consecuencia de su falta de actitud comprometida y comportamiento no
acorde con la fe heredada, rompió el eslabón de la fortísima cadena
transmisora de fe, que viene de tan antiguo, y que es la comunidad
cristiana de Espera, organizada a través de la Hermandad de Nuestro
Santísimo Cristo de Lantigua. Y:
†
Porque, ante los ataques tan fuertes, despiadados y furibundos a los que
nos están sometiendo y que estamos sufriendo, los Cristianos en general
y la Iglesia Católica en particular, por parte del fenómeno laicista
radical imperante, no podemos permanecer impasibles, y en consecuencia,
hemos de aunar nuestras fuerzas, y bajo la protección de Nuestro Santo
Patrón, continuar manifestando públicamente nuestra fe en Cristo
Resucitado, Dios Redentor, fuente inagotable de Amor y entrega generosa
y misericordiosa, y dar ejemplo de ello con nuestro vivir diario, para
que nos califiquen por lo que hagamos y no por lo que digamos.
¿Para qué?
Todos sabemos que a lo largo del año, cada primer
viernes de mes, celebramos la misa en el Santuario Diocesano. También
conocemos que cada domingo del año, se abren las puertas de la ermita
del Santísimo Cristo para que podamos visitarlo. Somos además
conscientes de que las actividades alrededor del Patrón no cesan a lo
largo del año y que culminan en las Fiestas Patronales en Su honor, y
todo ello sin una institución eclesial oficialmente constituida. Con
todo esto cabe preguntarse: ¿Para qué y qué sentido tiene volver a
reorganizar la citada Hermandad del Cristo de Lantigua?
Soy de la opinión de los que piensan que existen
muchos argumentos para responder afirmativamente a la pregunta anterior.
A continuación expongo algunos de ellos y que me ratifican en el
planteamiento de que es necesaria la existencia de la Hermandad del
Santo Cristo para:
X
Primeramente, tras felicitar antes que nada al grupo de devotos y
devotas que hace posible, con su trabajo abnegado y desinteresado, todo
lo anteriormente reflejado, ampliar al máximo el círculo de personas
entregadas a dichas tareas, para que sumando más y nuevas energías,
aunando esfuerzos y evitando divergencias internas que a nada conducen,
logremos potenciarlas y magnificarlas, pues por muy alta que sea la cota
alcanzada, siempre será muy poco para lo que Nuestro Santo Cristo se
merece.
X
Convertirnos en firmes baluartes y defensores de nuestras tradiciones y
costumbres, siempre y cuando éstas no supongan un estancamiento en el
pasado, ni choquen descarada y frontalmente con los planteamientos
correctos de los momentos actuales, sino sujetas a una continua
evolución que, conservando lo sustancial, como es el más profundo
sentido de la fe y del auténtico espíritu cristiano, permita ser
impregnada por una incesante corriente de aire fresco que, manteniéndola
en un dinamismo continuo y permanente, la haga atractiva e interesante a
los ojos de todos y no sólo de los espereños.
X
Constituir un
auténtico
grupo
catequético que trabaje denodadamente
para
formar cristianamente
a todos aquellos que, considerándonos hermanos del Cristo por mera
tradición familiar, por uno u otro motivo, o simplemente por desidia, no
participamos en la vida religiosa parroquial: no vamos a la Iglesia, no
vamos a misa, no leemos la Sagrada Biblia o simplemente ni siquiera
sabemos rezar.
X
Llevar al Santo Cristo al mundo de los jóvenes, tan alejados hoy de todo
lo relacionado no sólo con Nuestro Patrón, sino con la Iglesia en
general. Entiendo que la juventud de hoy debe ser la que coja el
testimonio de nuestra fe y la transporte al futuro. Pero para ello hemos
de hacerles ver la importancia de la fe a través de la Hermandad; y aún
más, lo importante de su presencia y actuación dentro de la misma. Pero
para ello, desde la citada Hermandad, se les ha de ayudar para que con
una formación en valores sustentados en el amor fraterno y en la entrega
gratuita y sin esperar nada a cambio, descubran sus enormes valores,
maduren humana y espiritualmente, y adquieran una actitud más
comprometida, alegre, dinámica y enérgica.
X
Potenciar los cultos, incrementando el sentido fervoroso y el espíritu
devocional, y siempre dentro de la consecuente coherencia con la
liturgia. En este sentido, y sirva como ejemplo, pienso que se debería
dar una mayor solemnidad a cuantos actos se celebran y a otros de los
que se podría disfrutar, como impregnar de ceremoniosidad a la bajada y
traslado de la bendita Imagen de Nuestro Santo Cristo desde su altar
hasta el paso, y viceversa, posterior colocación en su hornacina de la
ermita.
X
Velar por el patrimonio de la Hermandad y salvaguardar sus intereses.
Gestionarla administrativa, burocrática y económicamente. Representarla
oficialmente y, creando vías de comunicación adecuadas y fluidas,
potenciar las relaciones tanto con la Iglesia Parroquial, con las demás
instituciones religiosas y culturales de la localidad y del entorno, y
especialmente con el Ayuntamiento.
X
Fomentar el fervor y la
devoción a nuestro Santo Cristo, no sólo dentro de las lindes de nuestro
pueblo, sino mucho más lejos, todo lo distante que podamos. Acordémonos
de tantos espereños que tuvieron que emigrar y viven lejos de nosotros,
pero que cada año, cuando llega el segundo domingo de septiembre, lloran
en silencio acordándose de su Cristo de Lantigua recorriendo las laderas
del castillo. Esto, no sería más que seguir el ejemplo de aquellos
antepasados nuestros que constituyeron
X
En último lugar, y como lo más importante y finalidad última y
primordial, debe existir la Hermandad del Cristo, para que bajo el
amparo y protección del Santísimo Cristo, seamos capaces de aunar
voluntades y sumar esfuerzos, para llevar el Amor, que es Cristo-Jesús,
a todos los lugares, y muy especialmente a los enfermos, a los ancianos,
a los más desfavorecidos y a los olvidados, relegados y marginados,
erradicando de nuestros corazones actitudes incoherentes, falsos
orgullos, vanidades y egoísmos personales, pero siendo conscientes de
nuestra debilidad humana y nuestra condición de pecadores y recordando a
Jesús: “ … No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.
Andad, aprended lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”:
que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores ” (Mateo,
9, 12-13), y actuando siempre como también nos exhorta nuestro Santísimo
Cristo a través de Su Evangelio: “… cuando, reces, cuando ayunes, cuando
hagas misericordia, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace tu
derecha; hazlo todo con humildad y discreción, y tu Padre que ve en lo
secreto y escondido te lo pagará. …” (Mateo, 6, 1-6. 16-18).
Para finalizar, y no ser más pesado, pues soy
consciente de que me he explayado en demasía (me he alargado más de la
cuenta), y como muy acertadamente, estos días atrás decía un señor en
una carta al director publicada en un periódico, creo que la Hermandad
del Santísimo Cristo de Lantigua, al igual que todas las demás, tiene
ante sí un gran desafío social y espiritual en este siglo XXI, al que ha
de dar respuesta clara, rotunda y contundente. Pero cuidado, no actuemos
como aquellos a los que Jesús descalificó:
“… Todo lo que hacen los escribas y fariseos
es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las
franjas del manto. Les gustan los primeros puestos en los banquetes y
los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la
calle y que la gente les llame maestros. Vosotros, en cambio, no os
dejéis llamar maestro, por que uno solo es vuestro Maestro, y todos
vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre nuestro a nadie en la tierra,
por que uno solo es vuestro Padre, el del Cielo. No os dejéis llamar
consejeros, por que uno solo es vuestro Consejero, Cristo. El primero
entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado,
y el que se humilla será enaltecido”. (Mateo, 23, 1-12).
No es cuestión de insignias,
pértigas, medallas o marchas musicales que también son necesarias, sino
que entiendo que una hermandad para los nuevos tiempos en que vivimos, ,
ha de tener una amplia perspectiva de visión de futuro y un inmenso
campo de actuación, con proyectos claros, limpios, diáfanos y llenos de
coherencia y que sepa tomar conciencia ante el mundo de hoy, asumiendo
la responsabilidad ineludible y adquiriendo el serio compromiso de dar
respuesta a cualquier problemática social o espiritual que se presente,
pero siempre bajo la clarísima, brillante e iluminadora Luz del
Evangelio, y sabiendo que en nuestra tarea tendremos siempre a nuestro
lado ofreciéndonos Su ayuda omnipotente, Su ánimo incansable, y Su
gracia misericordiosa a nuestro excelso Patrón y titular de
¡Ánimo y pongámosla en marcha, pues Él con toda
seguridad, no nos va a fallar!
¡Felices fiestas patronales!
Antonio Jesús Mariscal Bautista
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@ Antonio Durán Azcárate. 2001 - 2008 Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA