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REVISTA DEL CRISTO 2007

Ser Cristiano desde el Santo Cristo

 

SER CRISTIANO DESDE EL SANTO CRISTO

 

            Cuando el verano va dejando paso al otoño, las tardes en Espera invitan a pasear haciendo la escalada por las laderas hasta llegar al Castillo. Allí me pregunto, mientras contemplo las calles y las plazas, las casas que se suceden y los hombres y mujeres caminando con sus afanes diarios. Al fondo este siglo XXI con tantos retos y desafíos que provocan no pocos desconciertos, tanto en los gobernantes como en los ciudadanos, así en la Iglesia como en la sociedad civil.

            ¿Seremos los cristianos bichos raros y por eso no se nos entiende, dando así la impresión de que poco podemos aportar al progreso y a la democracia?

            Cuando me hago estos interrogantes mi mente y mi corazón entran en el Santuario, ahondo y casi sin darme cuenta me veo frente a frente ante la imagen de nuestro Santo Cristo. Cojo el Evangelio y me pongo a leer. Los Evangelios, mi corazón y Él.

           "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14, 6). Eso nos dijo, y ante tanta proliferación de caminos erróneos y de promesas incumplidas, me aferro a Él para caminar en la Verdad y dando vida.

            "Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados y Yo os aliviaré" (Mt 11,28-30) Ante los cansancios personales y los cansancios del pueblo, esta lectura del Evangelio es una invitación a recostar nuestra cabeza junto al costado de Cristo, porque Él no nos habla de exigencias imposibles de cumplir sino de yugo suave y de carga ligera. Miro desde aquella atalaya al pueblo y brotan en mi mente agradecida los nombres de catequistas, limpiadoras, Hermandades, Caritas, Consejo de Pastoral, Madre Coraje... y me convenzo de que sin ellos qué corta habría sido nuestra andadura. Vaya desde aquí mi reconocimiento agradecido a tantas horas invertidas y a tanto amor entregado.

             Si pretendemos ser cristianos desde nosotros, qué tacaño se vuelve todo, qué sectario y qué triste, algo así como si fuéramos imprescindibles o de nosotros dependiera la religiosidad del pueblo. Pero si todos, uno a uno desde las autoridades hasta el párroco, desde los acólitos hasta las bandas de música, intentamos vivir nuestro cristianismo desde Cristo, cómo cambia todo. El trabajar diario no cansaría, el pueblo se agrandaría, los que nos visitan se sentirían en casa, los ancianos serían atendidos por los niños y a nadie habría que recordarle sus tareas porque todos se sienten responsables. Nuestro hermoso Templo no solamente se convierte en la casa de todos los creyentes sino que nos estrechamos un poco para dar cabida a aquellos que de buena voluntad se empeñan en construir un mundo mejor.

          Claro, es que viendo al Santo Cristo y con el Evangelio como nuestra mejor carta de ciudadanía, nuestra credibilidad no pasa ya por los eventos organizados sino por la vida entregada, y así lo que se vive a lo largo de este mes de forma extraordinaria no es más que una muestra de lo que hemos de comenzar a vivir todos juntos cuando nuestro Santo Cristo quede de nuevo en su Santuario y el curso pastoral ya esté abriendo sus puertas.

         Junto a la invitación que os hago a todos para participar dignamente de este septiembre maravilloso que tiene Espera, vaya especialmente un abrazo fraternal para todos los enfermos, ancianos y aquellos que por una razón u otra están ausentes de su pueblo.

Pablo Peña Vinces. Párroco


 

 

 

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