La Leyenda de La Virgen Nuestra Señora Santa María de Gracia
Juntos y de pie, encontrábanse el padre y su pequeña hija contemplando la imagen de Nuestra Señora de Santa María de Gracia. Esta está colocada en la parte inferior central del hermoso retablo que preside la iglesia del mismo nombre que la virgen nombrada anteriormente. Es un bello edificio, la iglesia, del siglo XVII que constituye la parroquia de Espera, alegre pueblecito gaditano que surge al inicio de la serranía.
— ¿qué miras con tanto interés, papá?— preguntó la vivaracha niña. El padre, mirándola con cariño, contestó:
— La imagen de la Virgen Santa María de Gracia.
— ¿Te gusta?
—La encuentro bellísima; pero también muy deteriorada y con aire de tristeza.
— ¿Deteri...que?— inquirió curiosa la pequeña.
— Deteriorada quiere decir que no está en buen estado. Le falta colorido y se nota que la polilla está haciendo estragos en la imagen.
—Has dicho además que te parece triste. ¿Por qué opinas eso?
El padre que nunca coartaba la curiosidad y el ansia de saber de su hija, explicó:
—Cuentan los viejos del lugar que la virgen parece triste, entre otras cosas, por lo que le sucedió a su amada Camarera.
— ¿La virgen tuvo una camarera?— preguntó extrañada la chavalilla con los ojos como platos.
— Camarera es el nombre que se le da a la persona que cuida expresamente a una virgen. Digamos que es la encargada principal de la atención y cuidado de la imagen — le aclaró el padre.
— ¡Ah! ¿Y qué le pasó a esa camarera?— volvió a interrogar con su eterno interés la nena.
—Pues...cuentan los viejos que Girada, así se llamaba la Camarera, era
una joven encantadora que todo su tiempo libre lo dedicaba a dar largos
paseos bajo el sol por el campo...se decía que hasta el sol estaba
enamorado de ella y...
— ¿Y eso es posible? ¿El sol se puede enamorar de una mujer? —I3ueno...no sabría decirte ni sí, ni no.
—Te explicas corno un libro abierto. No te entiendo. ¿Sí o no?
— A ti te interesa la historia de la Camarera?
— ¡Claro!
—En ese caso, continúo. Dedicaba su tiempo a pasear bajo el sol y a cuidar la imagen de la virgen. Sentía adoración por Nuestra Señora Santa María de Gracia. La cuidaba, arreglaba cualquier desapaño que le veía con sus primorosas manos y hablaba continuamente con ella. No tenía tiempo ni para fijarse en los numerosos pretendientes que solicitaban su amor. Pero, un día, llegó al pueblo un guapo marinero con fama de don Juan y se le insinuó. Gracia aceptaba cada vez. más sus requiebros sin hacer caso a las personas que le avisaban de que aquel hombre no era formal.
En cierta ocasión, por la mañana, llegó Gracia ante su virgen para limpiarla y adorarla, y vio como dos gotas minúsculas, parecían agua, bajo los ojos de la imagen. Se quedó extrañada, pero sin darle más vueltas al caso, las secó. Una semana después volvió a observar otras dos gotas bajo los ojos de la virgen. ¡Qué extraño! ¿Cómo puede estar mojada sólo por este sitio? Alguien me quiere gastar una broma (pensó). Volvió a secar las gotas y salió del templo. Iba a ver al marinero cuya relación iba haciéndose cada vez más estrecha.
Una semana después, Gracia abandonó el pueblo para irse a Cádiz con el marinero. Éste, al poco tiempo, se embarcó y la dejó prometiéndole que volvería pronto. Ciertamente no pensaba volver.
—Virgen de Santa María de Gracia,— le susurraba — perdona mis pecados y obcecación. Salva a mi hijo, que no tiene culpa de nada.
La virgen, recordando el amor y adoración anteriores de su Camarera, transmitió a través de su imagen fuerza mística dirigida al bebé. Gracia observó cómo su hijo iba recuperando allí mismo, a los pies de la imagen, el color y la salud; pero igualmente contempló cómo el aspecto y estado de la imagen se deterioraba.
—Gracias, Madre, por salvar a mi hijo, pero...¿por qué tu imagen se ha estropeado tanto?
Desde no se sabe donde se oyó decir una voz:
—No te preocupes de mi aspecto: es la consecuencia del dolor y angustia que siento por ti y por otras muchas cosas que van a suceder. Dentro de muchos años aparecerá otra joven que, junto con el fervor de la gente de esta parroquia, se encargará de que mi aspecto vuelva a ser bello. Tu hijo está sano y vivirá muchos años. En cuanto a ti, dentro de muy poco estarás conmigo para siempre. Gracia comprendió lo que la Virgen quería decirle y, mirando fijamente la cara da la imagen, volvió a ver dos lágrimas bajo sus ojos. Se las secó, la besó y contenta salió de la iglesia.
Pocos días después el pueblo se enteró de que Gracia había muerto y que su hijo, muy pequeño, vivía con los abuelos en la localidad.
— ¡Que triste, papá! Es muy bonita la historia, pero muy triste.
—Sí, hija; como la vida misma.
— ¿Y la imagen se recuperará algún día?
— ¡Claro! Es la imagen de más valor de esta iglesia.
—Pero, ¿seguirá así mucho tiempo?
— Eso depende de la muchacha elegida por la Virgen y de los creyentes del pueblo. Pero, esta historia tiene ya casi 150 años; así que no creo que falte mucho para que se cumpla lo que dijo la Virgen.
— ¡Es verdad que es bonita la imagen! A mí también me gusta mucho. ¡Ole!
Se me olvidaba preguntarte qué le pasó al sinvergüenza del marinero.
— Eso, cielo, es otra historia que más adelante sabrás. ¡Mira! Por ahí
viene
tu madre: vámonos ya los tres.
Juan José Soler
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@ Antonio Durán Azcárate. 2001 - 2007 Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA