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REVISTA DEL CRISTO 2006

SANTO CRISTO DE LA ANTIGUA

Es tal la devoción, la veneración, el amor, el cariño que sienten los espereños por su Cristo, que más no se puede pedir.

Este Cristo moreno, chiquito, metido en una urna, que una tarde de septiembre baja al pueblo para después subir a su ermita, es el todo para los espereños.

Ellos no lo cambian por nada, ni para ellos existe nadie más sublime ni más poderoso que su Cristo de la Antigua. " Como Éste no hay ninguno" dicen las gentes sencillas y humildes del pueblo, que en Él ponen todas sus esperanzas. Efectivamente, en cierto sentido llevan razón, como Cristo no puede haber nadie. “Aquí acaba todo" dicen otros, dando a entender que teniéndolo a Él, no se puede aspirar a más. Y así, en expresiones más o menos ortodoxas, con más o menos finezas religiosas, estas gentes humildes, en medio de su rudeza, saben atinar y apreciar lo bueno que es Dios.

Desde que el pequeño viene al mundo, su madre comienza a inculcarle la devoción y amor al Santo Cristo. Cuando son jóvenes hablan con respeto y fe de su Santo Cristo y cuando envejecen, es un continuo suspiro en sus bocas.

D. Juan Candil Ríos. Párroco de Espera

Año 1972

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