CUENTO PARA NIÑOS
- ¿Hermana, mañana cogemos las bicicletas y nos paseamos por el pueblo? – preguntaba la pequeña a su hermana mayor.
María, mirando a la pequeña, le contestó:
- Ahora no pienses en eso; primero tienes que ponerte buena y, después, ya veremos, Laura.
- Pero, es que tengo muchas ganas de pasear en bici – insistió la pequeña.
- Mira, nena; los niños pequeños no podéis ir por las calles o carreteras en bici; cualquier día puede ocurrir una desgracia. Medio sonriéndole, le dijo la pequeña muy ufana:
- Yo manejo perfectamente la bici; me saqué el carné de bici a la primera.
- ¡Que tienes carné de bici! – exclamó la mayor a punto de reír.
- Sí, me lo saqué la semana pasada en la escuela; sólo tuve dos fallos en el examen y la seño, mi maestra, me dio el carné.
- ¡Ah! ¡Cómo cambian la enseñanza! ¡ya hasta te dan los carnés en el colegio!-mientras decía esto último, apenas podía contener la risa la hermana mayor.
- Y que sepas, María, que fue un examen muy difícil; tuvo muchas preguntas del código de circulación – continuó diciendo la pequeña.
- Escucha, nena: por mucho carné que tengas, los niños no debéis ir por calles o carretera por donde pasen motos, coches y camiones
Viendo la menor que por ese camino no iba a conseguir nada, cambió el argumento:
- Bien; entonces, nos vamos al lado del campo de fútbol o al lado del pabellón, que allí hay mucho sitio.
- Eso ya es otra cosa – asintió María- ; cuando estés buena, iremos. Pero de calles y carreteras, nada.
- Mis amigos van por todos sitios con sus bicis – volvió a insistir la niña.
- Mira, Laura, como ya es tarde, y lo que tienes que hacer es dormir, voy a narrarte un cuento de una niña desobediente y que le gustaba excesivamente la bicicleta.
- Yo no soy desobediente – cortó la niña.
- Ni callarte, aunque sea bajo el agua. Atenta al cuento y después a dormir con los angelitos y especialmente con tu ángel de la guarda.
La niña, con genio, la interrumpe:
- No; con el ángel de la guarda no; que los otros días me caí porque él no estaba atento y me hice daño.
- Eso te sucedió porque lo tienes cansado de tanto trabajar para que no te pase nada. Pero, si no quieres pensar en él, piensa en tu hada madrina – le dijo la mayor ya cansada.
- Bueno, vale; pero que sepas que el que mejor cuanta los cuentos es papá. Me los dice cuando voy a dormir.
- ¿Es que te crees que, cuando yo era pequeña, no me los contaba también a mí? – inquirió María.
- ¿Tú también has sido pequeña? – preguntó extrañada.
- Todo el mundo ha sido niño antes que mayor- explicó María.
- ¿El abuelo también?
- Pero, ¿quieres dejar de hablar ya?
La pequeña cerró los ojos dispuesta a escuchar sin más interrupciones. La hermana tapó bien a la pequeña que, como ya habréis deducido, estaba en la cama con un poco de fiebre y comenzó así:
- “Érase una vez una niña que sólo quería pasear con su bici y ni estudiaba ni hacía sus ejercicios de clase. Sus papás tenían que regañarle continuamente pero ella no les hacía caso…
- Yo no soy de ese modo- interrumpió ya medio dormida la chica.
- ¡Te quieres callar y escuchar, canija! ¿A que la que se duerme soy yo? Sigo con el cuento…
“En realidad sólo hacía un poco de caso, como sucedo en los cuentos, a su hada madrina. Un día, sin decir nada a sus padres, cogió su bicicleta y salió del pueblo por una de sus carreteras. Iba muy contenta y cada vez más se alejaba del pueblo sin darse cuanta. Cuando ya llevaba un par de horas corriendo con su bici, se percató de que no conocía el lugar donde estaba, se asustó un poco y decidió volver pero, cuando estaba cambiando de dirección, un gran camión pasó por su lado y, con la fuerza del aire, la tiró a la cuneta. Tras ello, se levantó y comprobó que estaba bien más la bici estaba inservible. Tuvo que dejarla y, andando, comenzó a regresar a su pueblo. Las horas pasaban muy deprisa y se encontró hambrienta, sedienta y cada vez más asustada. Se hizo de noche y comenzó a terror a apoderarse de ella. Encontró un árbol cerca de la carretera y se acurrucó junto a él llorando. Estaba totalmente arrepentida de no haber hecho caso a sus padres. Comenzó a escuchar ruidos extraños y vino a su memoria las historias que le contaban sus amigas de los terribles “gasés”, espíritus malignos que acosaban a los niños perdidos. Aterrorizada, llamó a su hada madrina para que la ayudara. Éstas apareció: - “¿Ves, niña, como hay que hacer caso a los padres?”
La niña prometió ser buena y obediente y solicitó al hada que le ayudara. A lo lejos oíanse los ruidos de los “gasés”, o así le parecía a la niña. El hada hizo moverse a su varita mágica y de la nada surgió un hermoso caballo gris. “Súbete en el caballo y él te llevará hasta tu casa”. La pequeña, que cada vez oía los ruidos de los espíritus mas cerca, se montó en el caballo y rápidamente éste comenzó a correr. A pesar de su veloz carretera, no conseguía despegarse mucho de los “gasés”. Tras un buen rato de raudo galope, y viendo que los “gasés” iban a cogerlos en cuanto el animal aflojara por el cansancio, el caballo dijo a la niña: - “Voy a pegar un salto enorme y, cuando estemos en el aire, notarás que te convierte en pájaro. No te preocupes por mí y vuela hasta tu casa, procuraré dejarte lo más cerca posible”. Así lo hizo el noble y valiente animal. Su salto fue enorme y largo y muy alto; tras ese salto la niña, ya convertida en pájaro, vio cómo los “gasés” dejaron al pobre animal. La niña-pájaro observó a lo lejos que el pueblo estaba muy cerca. Volando con todas sus fuerzas, llegó a la ventana de su habitación y totalmente exhausta cayó sobre la cama quedándose dormida.
Por la mañana del día siguiente fue despertada por su padre, quien le preguntó:
- Ayer eran las onces y media de la noche cuando te encontramos acostada en la cama. Nos tenías muy preocupados.
La niña se levantó, se miró en el espejo, vio que tenía su forma humana y se asomó por la ventana preguntando a su padre:
- Papá, ¿qué es aquello que se ve en aquel cerro que tiene forma de cabeza de caballo?
El padre, mirando hacia ese lugar indicado por
la niña, le contestó:
- A esa roca que sobresale del cerro la llaman “La Cabeza del Caballo”; y cuenta
los muy ancianos que es la efigie de un caballo muy noble que ayuda a las
personas cuando tienen problemas. Pero, vamos, eso es una leyenda; no creo que
sea verdad.
La niña se sonrió, miró bien “La Cabeza del Caballo” y, abrazándose y colgándose del cuello de su padre, le dio un beso.
Nunca más fue desobediente y traviesa.
Juan José Soler
Índice de Artículos de la Revista 2005
[ Página Principal ] [Noticias] [ Artículos ] [Directorio Espereño][Actualidad] [Villa de Espera] [Cofradía de la Soledad] [Asociación Cult. Ntra. Sra. Soledad] [ Emigrantes ] [Agricultura] [Datos e Informes] [Planos] [Guía de Empresas] [Fotos de Interés] [ Gastronomía ] [Links] [Contacta conmigo]
@ Antonio Durán Azcárate. 2001 - 2006 Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA