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REVISTA DEL CRISTO 2004

      EL AGUA

            Recuerdo aquellos últimos años de los 40, los años 50 y principios de los 60, cuando a  nuestras puertas llegaba “Anita la del Agua” con un borriquillo y cuatro cántaros a 25 céntimos de los antiguas pesetas, o sea 1 pta. cuatro cantaros, para poder beber y lavarnos enana palangana; y auquillas noches interminables en el Pozo de la calle, las colas de las mujeres para coger un sitio y llenar un cántaro en una hora y poder limpiar la casa y lavar la ropa. Eso ya hoy, gracias a Dios, no ocurre; hoy el agua la tenemos en el cuarto de baño, en la lavadora en la cocina y en otros muchos sitios.

             Me doy cuenta, al igual que todos, que en la actualidad estamos derrochando este bien. Me doy cuenta de que tiramos el agua al bañarnos, en vez de ducharnos; en limpiar los coches en nuestras puertas; en regar nuestras azoteas, nuestros huertos, y, lo que es peor, en llenar nuestras cuarenta o cincuenta piscinas dos o tres veces en la temporada de verano. Nunca pensamos en lo que pasaron nuestras madres o nuestras hermanas en aquellos tiempos difíciles, en los que en vez de estar divirtiéndose, como ahora lo hacemos en las discotecas hasta las 7 de la mañana, tenían que estar sacando agua lata a lata para poder tener la casa medianamente limpia.

             No pensamos que el día de mañana esa agua puede agotarse y mientras se buscan otras fuentes para poder seguir derrochando más agua tengamos que abrir los Pozos de San José y San Nicolás para poder limpiar nuestras casa y poder lavar nuestra ropa. Tenemos una ventaja; que hoy iríamos con nuestros coches y en vez de cantaros, la traeríamos en jarras de 20 litros.

             ¿Qué hacemos para ahorrar agua? Por este articulo de primerísimo necesidad tenemos que velar todos. No podemos sentirnos indiferente ante un derroche tan exagerado. No tenemos que denunciar a nadie por derrochar agua, pero sí tenemos que, hacerles saber que hay que ser que mañana mismo tengamos que lamentarnos y entonces la cosa ya no tenga solución.

             Aquí somos todos egoístas, nadie piensa en nadie, sólo pendamos en nosotros mismos. Una advertencia al Ayuntamiento y que, a la larga, se lo agradeceremos todos: ¡Vigila este derroche!

JOSÉ ROMANO LOZANO

Índice de Artículos de la Revista 2004

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