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REVISTA DEL CRISTO 2004

Cuando estamos lejos...

 

CUANDO ESTAMOS LEJOS…

  

            Cuando estamos lejos y se acerca el mes de Septiembre, se nos va poniendo otra cara; una cara de alegría, señal inequívoca de que vamos a volver, aunque sea por unas horas, a nuestro Pueblo y, si no se puede ir, por alguna causa grande que lo justifique, esos días los pasas  muy mal; pues el recuerdo se hace mucho más intenso y la nostalgia se apropia de nosotros haciendo que esos días sena interminables y, para mi modesto entender, hay dos causas importantes para que así suceda.

 

            Una puede ser sentimental; hay algo que importa mucho y es el deseo de compartir unas horas con nuestros familiares que todavía, Gracias a Dios, conservamos y con los amigos de la infancia, que no disfrutamos de ellos, en parte por la vida tan ajetreada que llevamos y en otra por ocupaciones de menor importancia pero que la ponemos en primer lugar, para justificar nuestra falta de tiempo y al final hasta nos lo creemos; a veces nos cuesta trabajo hasta coger el teléfono, para hablar unos minutos con ese ser querido. Como consecuencia a la familia, como principal sostén de la sociedad, no se le está dando importancia que tiene; la tele se encarga diariamente de pregonarlo a los cuatros vientos; los sistemas de enseñanza se cambia, cada dos por tres y nuestros jóvenes, que son el principal valor y base del futuro de toda sociedad, navegan a veces a la deriva en busca de los verdaderos valores que tanto escasean.

 

            El otro punto y más importante, es ver a nuestro Cristo; pues cuando estamos en el pueblo, su figura nos es tan familiar que pasa desaperciba; pero, cuando estás lejos, la llevas dentro del corazón y, al volverla a ver, hay un rejuvenecer de todos tus sentimientos, y necesitas unas lágrimas para poder volver a la normalidad.

 

            Mi ruego es que no demos nunca la espalda a ese Cristo, que desde su cruz sólo emana amor; que sólo pide que le amemos  y que amemos a los demás como Él nos enseña y seguro esto que, por muy lejos que estemos, nos encontraremos solos.

¡Viva el Santo Cristo de la Antigua!

 

Francisco Garrido Benítez 

        

    

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