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REVISTA DEL CRISTO 2004

A un héroe de la Guerra Civil Española

 

 

A un héroe de la guerra civil española.

 

En el mundo no se ha visto

una guerra más cruel;

que mataban a los hombres

por el ansía de vencer.

 

En el pueblo de Espera

un matrimonio habitaba;

el señor era buen mozo,

Curro Garrido se llamaba.

 

De profesión panadero

Manuel, su mozo de pala,

vivían en buena posición

con lo que allí se ganaba.

 

Pero se metió en política

y eso fue quien lo perdió;

que se vino a la ruina

y al final todo sucumbió.

 

El día que entraron las tropas,

las de la liberación,

al pobre se lo llevaron

y lo metieron en prisión.

 

Su señora había muerto,

la mujer que el adoraba

y quedaron los hijos solos,

sin amparo de los dos.

 

Y no tardó mucho tiempo

en que al pobre lo mataran;

y aquellos infelices hijos,

que huerfanitos se quedaran.

 

Un día vino un piquete

de guardia de Madrid

y lo llevaron al cementerio

para fusilarlo allí.

 

Un tío cura que tenía

él fue quien lo acompañó

a la puerta del cementerio

con pena en el corazón.

 

Y aquel tío cura no pudo

hacer nada ya por él;

y en la puerta del cementerio

el pidió pluma y papel.

 

Para escribir a sus hijos

y darles buen consejo:

que no se metan en política,

que era su perdición luego.

 

Y cuando ya escribió,

le entregó la carta al cura;

y el cura la recogió

con amor y con amargura.

 

¡Ay, qué final tan amargo

fue el de aquel señor!

Era un hombre honrado y bueno

y allí su vida acabó.

 

Cuando iban a fusilarlo,

quisieron vendarle la cara;

pero él dijo que no;

quiero ver venir las balas.

 

Y así murió aquel valiente,

aquel hombre liberal,

dejó huérfanos a sus hijos,

murió por la libertad.

 

¡Ay, que pena, Dios mío, qué pena!

que en la flor de su vida murió

y dejó huérfanos a sus hijos,

sin amparos y envueltos en dolor.

 

Así cayeron nuestros infelices

que la Falange la vida quitó;

porque fueron unos sanguinarios,

sin escrúpulos y sin corazón.

 

No querían nada más el exterminio

y mataban sin tener compasión;

y dejaban a los hijos sin padres,

que murieran de hambre y dolor.

 

Eso a ellos no les importaba,

porque no tenían corazón

y gozaban torturando y matando:

ésas eran su gran ilusión.

 

Escrito por Dolores Campo Rodríguez a la memoria de Curro Garrido Barrera.

      

       

VÍCTOR GARRIDO TRONCOSO

    

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