A LA MEMORIA DE D. JUAN CANDIL
Hace unos años y en el libro que con motivo de la festividad de nuestro patrón, el Santísimo Cristo de la Antigua, se edita por estas fechas, escribí una carta en la cual recordaba a mis amigos, con los que compartí los mejores años de mi vida.
Estas letras que a continuación escribo van dedicadas a quien durante muchos años fue nuestro querido párroco: D. Juan candil Ríos (Q. E. P. D.).
Con él no compartí, como con mis amigos, muchos años; pero sí muchos ratos; pues, a pesar de la distancia que nos separaba, afortunadamente y al menos una vez al año, disfrutaba de su conversación en el tiempo que le dejaban libres sus obligaciones sacerdotales, extendiendo plática y labor pastoral a través de la correspondencia que con él mantenía.
Sé que en Espera nadie se olvida de él. La corporación municipal, haciéndose eco del sentir del pueblo, le dedicó una calle, detalle este que habla, por sí solo, de la sensibilidad de las autoridades locales.
En aquellos tiempos, llegar con dinero a final de mes no resultaba fácil, tener un mes entero de vacaciones no resultaba habitual, trasladar a toda la familia a mil kms durante un mes no resultaba posible.
La ayuda de mi Santo Cristo concediéndonos la salud necesaria para poder trabajar toda la familia, menos el pequeño, muchas horas durante las 335 jornadas restantes, resultó muy positiva; al igual que el balance económico de las empresas que nos empleaban.
Sólo podíamos venir a Espera una vez al año; pero a través de la correspondencia que puntualmente mantenía con mis padres y hermanos y de las conversaciones mantenidas por teléfono con familiares y amigos, estaba al día de cuanto ocurría en mi pueblo; y, cómo no, de la labor que realizó cuando dirigía, de manera ejemplar, nuestra parroquia.
Vender papel, cartón y chatarra formaba parte de su quehacer pastoral, lo mismo que pedir dinero a los pocos que tenían mucho para distribuirlo entre los muchos que tenían poco o menos.
La Iglesia de Sta. María de Gracia, la estrecha carretera que serpentea por las lomas del cerro hasta el santuario que ocupa el Patrón durante 51 semanas al año y el propio santuario son testigos mudos y perennes de la tarea silenciosa y tenaz llevada a cabo por la figura del hombre que nos ocupa. Asimismo, casi podría asegurar que murió con la misma sotana que usó en su ordenación; tal era su desinterés por las cosas materiales.
Esta semblanza no pretende agotar la eficaz y dilatada tarea que D. Juan realizó en mi pueblo; pero mi condición y orgullo de Espereño me obligan a dedicarle este recuerdo de gratitud.
Su muerte prematura provoca el dolor que sufre y canta Miguel Hernández: “…¡ qué temprano madrugó la madrugada…! para llevarlo a la vera de Jesús, donde, con seguridad tenía encomendada una misión que realizar con igual eficacia y sabiduría, que las llevadas a cabo en su breve tránsito por la Tierra.
Era el último día de vacaciones, veníamos de disfrutar, una vez más, de esa maravillosa y a la vez redundante “Ruta de los Pueblos Blancos”, ¿hay, quizá pueblos de otro color en esta baja y siempre amada Andalucía?
Hicimos un alto en Arcos. Mi propósito era ver a D. Juan. Lo encontré en el pórtico de la Iglesia y la charla fue corta pero llena de sentimientos.
La tarde daba paso a la noche y la despedida fue breve y precipitada. Una docena de mujeres con sus hijos a cuestas esperaban con sana devoción que fuera él, como si de un santo se tratara, quien ungiera sobre sus cabezas el agua bautismal.
-Hasta el próximo año, D. Juan.
-Vaya Vd. con Dios, Luis.
LUIS TRONCOSO VELARDE
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@ Antonio Durán Azcárate. 2001 - 2006 Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA