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REVISTA DEL CRISTO 2003

El Viajero de Lemnos

 

El Viajero de Lemnos

   

Con éste nombre, firmando una de sus obras más polémicas, era conocido aquel hombre de estatura mediana, nariz aguileña y cejas muy pobladas y juntas, admirado por el que más tarde y póstumamente daría la luz a varias de sus obras  D. León Carbonero y Sol y  que naciera hace 271 años en nuestra Villa de Espera. Sin lugar a dudas es merecedor de un gran estudio a fondo la vida y obra de nuestro paisano el Reverendo Maestro Padre Fray Fernando de Zeballos.

 

                   De las obras que hasta ahora he podido leer de él me llama mucho la atención las Observaciones sobre la Reforma Eclesiástica publicadas por León Carbonero en Sevilla en 1858 en Izquierdo. Parece mentira que hayan transcurridos tantos años desde que el Padre Zeballos hiciera un estudio de las reformas que se habían venido realizando en el seno de la iglesia de aquel entonces y las que de distintos sectores de la misma se vienen reclamando en la actualidad. El ciclo que nos toca vivir gira en torno a un mismo sentir y un mismo objetivo: la fe del cristiano y el poder político, económico o fáctico.

 

                   Centrándonos en ésta ocasión en dicha obra y mirando el presente de nuestra iglesia y nuestros gobernantes políticos nos damos cuenta del peligro por el que atraviesa el mundo cristiano cuando se ve inmerso en la voracidad con que algunos dirigentes de la misma y sobre todo desde las ramas políticas y fácticas se infiltran.

 

                   Normalmente las notas por las que se teme que estos cambios hagan daño a nuestra iglesia es la misma que la de siglos anteriores:

·        que dichos cambios se traten y dispongan por personas incompetentes,

·        que se hagan y soliciten por medios inconducentes,

·        que se ocupen de unas materias ajenas o impertinentes a dichos cambios,

·        y que van dirigidos a unos fines interesados y propiamente terrenos.

 

Así es verdad, que no ha habido hasta el día presente enemigo de Cristo, que para dar peso a sus dichos no se haya valido del nombre y autoridad del mismo Cristo”. No faltan citas en las que se advierten a éstas autoridades políticas del fin de sus acciones. El gran Osio, dirigiéndose al Emperador Constancio: “¿Has visto Emperador, le decía, que Constante (su hermano y también Emperador) haya hecho alguna vez tal cosa, o se haya mezclado en los juicios y sentencias de los Eclesiásticos? No te entremetas en estos asuntos, ni en orden a ellos dispongas, ni nos mandes cosa alguna, antes bien apréndelas tú de nosotros. A ti te encomendó Dios el Imperio, a nosotros nos ha confiado lo perteneciente a la Iglesia. Así como el que malignamente murmura de tu Imperio terreno, contradice a la disposición de Dios; guárdate tu también de hacerte reo de una gran delito, tomando y avocándote a ti lo que pertenece a su Iglesia”. San Hilario por el año 355 y dirigiéndose al mismo Emperador le decía: “Vuestra Clemencia provea y cuide de todos los magistrados a quienes habéis confiado la administración de las provincias se ocupen puramente en el desempeño de los negocios públicos, que son los únicos que están puestos a su cargo, y se abstengan de mezclarse en los de la disciplinas y observancia de la religión”. En éste mismo sentido se manifestaron en sus distintas épocas San Ambrosio a Valentiniano, papa San Gervasio a Anastasio, San Teodoro Studita a León Armenio. Otras algo más tarde y con personas que de alguna forma tuvieron relación directa con nuestro pueblo como pudo ser Urbano VIII ( del que conservamos una Bula en nuestra parroquia) al que Felipe IV en el año 1624 solicitó le absolviera a él y a sus ministros  de las Penas y censuras de la Bula de la Cena por haber establecido un tributo al Clero; igualmente Carlos III en una Pragmática de 18 de Enero de 1782 en la que disponía no dar curso a las letras Pontificias sin que él primero las hubiera visto, y en que los Breves y Bulas de negocios se presenten al Consejo por primer paso en España para que las examinase, la mandó publicar por Real Cédula citando como apoyo una Constitución de Benedicto XIV ( concedió indulgencia el 23 de Febrero de 1752 a los que visitasen la Ermita de nuestro Santo Cristo) por lo que tuvo, como buen católico, no solo revocar dicha Pragmática y Real Cédula sino que mandó recogerla.

 

Si volviésemos a cotejar aquella situación con la actual ¿volvería a encontrarse España sumergida en el mismo caos e irreligión de entonces? ¿qué podremos esperar cuando se llega a despreciar la autoridad de la Iglesia y arruinar cuanto se ha edificado estableciendo principios que minan los sagrados dogmas con blasfemias; en fin, a no atender los clamores de una Nación Católica, que respetando religiosamente la cabeza visible de la Iglesia quiere mantener intactas sus leyes, constituciones, autonomías,…?. Acaso, ¿cambiaría la situación si nuestras creencias fueran distintas? O ¿empeoraría si defendiéramos a nuestros hermanos del Islam?. Tendríamos que preguntarnos si los políticos que nos gobiernan se sirven de una bandera que puede ser soportada por distintos mástiles o un mástil que puede soportar distintas banderas.

 

Recordemos a San Bernardo cuando decía que “hagamos patentes los artificios de los impíos, porque esa casta maligna tiene la particularidad que una vez que sean conocidas, ya no pueden dañar, y en el hecho mismo de ser descubiertos, quedan exterminados…Ellos son pequeñuelos: que es los mismo que decirnos, que por lo mismo lo acechemos con mayor cuidado, y les echemos la mano, porque cuanto más crecen, más dañan.” De seguro que nuestro Santo Cristo de la Antigua nos guardará y nos cuidará de tales alimañas, y pidámosle: Cuida a tu Iglesia Señor.

 

Antonio Durán Azcárate. 2003

 

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