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REVISTA DEL CRISTO 2001

( Agustina Garrido , Cornellá de Llobregat (Barcelona) )

Cuando llegamos a Cataluña, los catalanes de la Floresta nos recibieron bien. No podemos quejarnos. 

El viaje fue muy largo, lo hicimos en una furgoneta, éramos once personas y tardamos en llegar tres dias y tres noches. A nuestra llegada nos esperaban los familiares que habían llegado unos años antes. 

Para nosotros fue un cambio muy radical, un pueblo diferente, gente diferentes, hablaban diferente, todo diferente. 

Muchas lágrimas derramadas, yo no entendía el porqué. Siendo Andalucía tan grande y con tantas tierras fértiles no teníamos trabajo, ni podíamos comer. 

Empezamos a trabajar: ¡ yo a Barcelona a servir !.Cuando los fines de semana iba a visitar a mi familia tenía que coger el metro y el tren y me sentía perdida y sola por los pasillos de la Estación de Plaza de Cataluña.  

Hicimos un cambio para mejor, comíamos cosas que no habíamos comido antes, pero lejos de nuestro pueblo, de nuestra tierra , de nuestras raíces. 

Yo sentía rabia y rencor por los señoritos de Andalucía, no entendía por qué nos habíamos tenido que dejar nuestro pueblo, donde yo nací, donde jugaba con mis amigas, donde podía  estar con la gente que yo me entendía con mi misma cultura, que era poca pero me bastaba. Sentía mucha tristeza y creo que el resto de la familia también. 

Fue pasando el tiempo y claro, no te queda más remedio que acostumbrarte. 

Aquí en Cataluña es otra manera de vivir , de sentir , es otra cultura. 

Cuando empecé a relacionarme con la gente de un nivel cultural más alto que el mío, lo pasaba muy mal, puede darme cuenta que yo no tenía apenas conocimiento de la historia de la tierra donde había nacido. ¡Que tristeza la mía !. No podía rebatirles sus argumentos. Es  por ello que empecé a comprar libros y leer documentos que trataban de la historia de Andalucía. Poco a poco y a través de fascículos, hoy tengo la Enciclopedia de Andalucía, de la cual he podido aprender cuáles con mis raíces, a identificarme  conmigo misma. 

Pero en lo más profundo de mí, sigo culpando al señorío andaluz que dio pié a nuestra inmigración. 

A medida que pasa el tiempo echo de menos esa tierra que yo pisaba y sentía mía, los campos, las dehesas, cuando iba a coger hinojos y palmitos, el olor de la tierra mojada cuando llovía y las flores, ese cielo y todo el pueblo. 

Y esos molletes calentitos, con aceite "cuando había". ¡ Pero, que bueno ! 

¡ Y que decir de la Semana Santa, cómo se vivía, con qué pasión ! 

No puedo olvidar el primer año que yo viví la Semana Santa en Barcelona, me di un " jarton de llorar", cuando vi que los Santos en vez de costaleros llevaban ruedas y corrían. Cómo me acordaba de la gente de mi pueblo, de la manera en que llevaban a sus Santos, su devoción y ese sentimiento que sentimos los andaluces y que nos diferencia del resto. 

Escribo esto, y me gustaría que cuando vayamos al pueblo no nos digan ¡ Ahí vienen los catalanes! Como si fuéramos diferentes. Bastante sufrimiento y lágrimas nos ha costado acostumbrarnos a vivir en otra tierra. 

Los que tienen casa en el pueblo pueden volver más a menudo pero los que no tenemos, porque tuvimos que venderla para pagar el viaje a Cataluña no podemos  hacerlo con la misma frecuencia. Sobre todo en la fiesta del Santo Cristo, que si queremos ir tenemos que depender de la familia que nos quiera abrir sus puertas para poder ir a ver el Cristo, ese Cristo al que tenemos tanta fe y que nos hace tanto bien desde tan lejos. Y a pesar del paso del tiempo, cada día sientes más necesidad de pasar las fiestas en tu pueblo, con los recuerdos de tu niñez y pisar la tierra donde naciste y a medida que te haces mayor lo echas más de menos. La emoción que se sientes cuando lo sacan de la Ermita para bajarlo al pueblo por esas " laeras", y la subida tan pesada pero que parece que sea todo llano por la devoción que llevamos dentro. Cuando termina siempre decimos, los inmigrantes, si puedo el año que viene volveré para el Cristo.... 

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@ Antonio Durán Azcárate. 2001  - 2006  Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA