(Miguel
Rodriguez Ardila)
introducción
Cuando alguna mañana o tarde salgo a hacer esa terapia andadora que hoy
nos impone los galenos en sus
tratamientos a todos los que pasamos el medio siglo, en ocasiones hay quien me
pregunta, a cuento de qué me acompaña un bastón, si al parecer todavía no
padezco reuma. “es que desde niño he tenido afición a los palos”- les
contesto.
Yo entiendo que en nuestra época, usar bastón en espera sin estar cojo,
resulte un poco estraño. sin embargo, nuestros mayores recuerdan como antaño,
el bastón formaba parte de cierto atuendo de vestir; y como en las ferias no
faltaban los puestos de vendedores de bastones. estos puestos ofertaban no sólo
bastones para adultos, sino también otros pequeñitos dirigidos a los niños,
por lo que desde la infancia estabamos familiarizados con ellos.
CAPITULO 1ª “EL BASTÓN EN LA SIERRA DE CÁDIZ”
Pero volviendo al uso del bastón, diré que aunque en espera resulte
algo estraño, no ocurre así en algunos pueblos de nuestra provincia donde su
uso es habitual ; y no hablemos de otras regiones, donde hay tiendas
especializadas exclusivamente en ellos.
A la pregunta acerca del uso del bastón, siempre he contestado (como ya
mencioné anteriormente) que desde niño tuve afición a los palos.
No cabe duda que dicha afición nació al
haber vivido mi infancia en los campos de nuestra serranía gaditana, donde el
palo era compañero inseparable del hombre, llámese este: vaquero, guarda,
pastor, gañan, porquero, cabrero, boyero, yegúerizo... etc., que lo utilizaban
como herramienta de trabajo. también los caminantes lo utilizaban: bien como
punto de apoyo, bien como arma de defensa o ataque.
Aunque dicho así parece que hablamos de un arma de guerra, el caso es
que los animales se amedrantaban con la presencia del palo. hasta tal punto era
esto así, que algunos buscadores de esparragos y tagarninas entraban en los
cercados de ganado bravo llevando en sus manos una caña del tamaño de una
garrocha, que las reces confundián con esta. es por ello que los animales huian
del esparraguero recordando que cuando eran pequeños fueron “picados” con
algo parecido. y es que todos los animales ya fuesen bravios o domesticos,
fueron en más de una ocasión tratados a “palos límpios”, bien para
auyentarlos o domesticarlos, o bien como forma de disfrute de aquellos que
“pasaban un rato” maltratando animales injustamente.
No levantaba servidor un palmo del suelo ni había cumplido los cinco años,
cuando jugaba un día en la puerta de nuestra casa de campo con un palo en cada
mano, cogidos como si fuesen uno zancos. en esa competición estaba yo conmigo
mismo, cuando mi padre que estaba cerca haciendo no recuerdo que trabajo de los
mil que hay en una huerta, me dijo: -“niño tráeme aquella herramienta”.
yo, en vez de soltar los palos en el suelo y atender su petición (ya que mi
padre casi nuca ordenaba) le conteste: -“espérate que voy a guardar los
palos”.
Ante mi postura, mi padre dijo algo molesto por el tiempo de espera: -
“es posible la afición de este niño por los palos, parece que está
anunciando que tendrá que andar con ellos”.
Hoy 53 años después, mi afición a los palos continua, aunque ya centrado unicamente en el bastón.
Al final de este artículo explicaré porque contesté a mi padre diciendo: - “esperaté que voy a guardar los palos”.
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@ Antonio Durán Azcárate. 2001 - 2006 Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA