LA POSADA

Casa grande en el pueblo

De muros anchos y recios

Joya por estructura,

Acogida de forasteros.

La posada era de todos,

Por eso debe quedar en el pueblo

Allí iban los niños, los suyos

Y los ajenos.

En la hora de la siesta,

todos estaban contentos;

de sus casas los echaban

y allí se estaba al fresco.

La dueña era de oro, siempre

Estaba presta a dar un trozo de pan

A tanto chiquillo hambriento;

Y en su bolsillo un real

Para uno de sus pidones nietos.

La dueña era como su casa,

En todo, menos en el cuerpo,

Pues mujer bajita y tierna

Pero corazón de muro viejo.

Casa, mujer, todo iba de acuerdo

Parecían estar hechas

De la misma pieza,

Del mismo barro,

Bajo el mismo cielo.

Quisiera verla desde fuera,

Pero ser imparcial no puedo,

Por mis venas corre, a Dios gracias,

Un poco de ese elemento

Sangre de mi sangre,

Bonita como su patio,

Humilde como la violeta,

Buena madre, buena abuela,

Y aquí la contradicción...

¡ fuerte como la tormenta ¡

Casa, mujer, mujer, casa,

Todo de una pieza.

Con el paso del tiempo

Las dos se van;

Se van sus cuerpos,

Pero sus cimientos están

Para los suyos y los ajenos.

Para los niños que jugaban,

Allí en el descargadero.

Para el pobre que no podía pagar.

Para el chiquillo

Que en su quicio le decía:

" Josefita, un cachito de pan "

Como su casa sufrió calma y tempestad;

Lágrimas que en sus muros cayeron

De no poder dar más.

Su pelo era de plata

Que muchas veces peiné,

Cierro los ojos y veo una mujer bendita,

Mujer dormida en mis piernas

De puro cansancio en sus pies.

Nadie tiene derecho a esa casa pretender,

Ni las máquinas, ni el tiempo,

Ni las leyes, ni el poder.

Que toda está fuera ya, todo

Menos lo que fue.

¿ Para que mayor herencia

siendo nietos e hijos

de quién fue?

Josefa Sánchez, posada, amor

Amor que a manos llenas dieron.

Los que sabemos de vosotros

Orgullosos estamos por venir

De esos muros viejos.

Donde siempre hubo un sitio

Para el peregrino hambriento

Y a tantos viejos cuidaste,

Y tantos consejos buenos.