Entrevista con José Lozano Barea

             

Maestro Director de las obras realizadas en la Ermita.

José Lozano Barea, conocido de todos, no necesita presentación de ninguna clase. Sin embargo, sí conviene dejar sentado que en casi todas las obras que se han realizado en la Parroquia, José ha intervenido en ellas, bien trabajando, bien dirigiendo, y casi siempre sin interés de ninguna clase. También en esta ocasión, José ha puesto su buena colaboración, al dirigir y orientar en dichas obras, y por eso, creemos que algo nos tiene que decir. A su manera, con gran sencillez, nos explica su punto de vista:

«Lo que se ha hecho en la Ermita, no me creo que sea cosa de hombres, pues veo obra de Dios en lo realizado; pues han sido bastantes las dificultades existentes; su desnivel tan pronunciado hacía que el transporte de materiales fuera penoso, aún con los medios de locomoción.

El agua ha sido el factor peor, ya que como se sabe es precisa en toda obra.

La Ermita nunca dio a entender que estaba en tan pésimas condiciones, pues a pesar de tener algo bueno, el 70 por 100 estaba sostenido por unos pegotes de yeso, tierra y piedra; esto era el lateral Este y Oeste; todo el muro del Este tenía la parte de fuera apoyada en la roca, pero por dentro estaba encima de un relleno falso de tierra; y el Oeste era todo lo contrario, la roca era visible hasta un metro de altura, pero de ahí para arriba, su dosificación de mezcla era idéntica a la de su compañero. Es cosa inexplicable que la Ermita haya perdido 160 m² de bóveda, rellenos y solerías perdidas y generales, calculado su peso en unos 640.000 kilos, y que se sostuviera aún con el muro Este desviado 25 centímetros en una altitud de 5 metros.

Hoy la Ermita guarda una línea que nunca existió; se le ha dado vida a todo cuanto existe en ella de valor artístico, como son: el arco gótico que está entrando, en lo que antaño sería sagrario, que es donde hoy está entronizado nuestro Cristo de la Antigua; une con gran claustro de piedra picada, con dos nervios de piedra apoyado en los cuatro ángulos interiores que con sus laterales terminados en medios puntos, termina hoy todo a la vista, siendo una verdadera obra de arte.

La nave central es simple; tiene un gran arco romano apoyado en buenos pilares, que éstos sirven para apoyar otro claustro que está a la entrada, gemelo al del trono, pero de obra cubierta, menos los nervios externos que son de piedra picada.

Como recordareis, todo esto estaba tapado de enlucidos, pinturas, yesotes y cal; hoy, gracias a la voluntad de un hombre, al cual no menciono por su modestia, está a la vista de todos el valor que en el Castillo existía.

La Ermita no ha sido una reparación, ni tampoco una transformación; ha sido una operación de pie a cabeza que a pesar de que externamente presenta un buen aspecto, del interior ha salido todo aquello malo que pudiera dañar a esto que está a la vista, que sin la primera parte no tendría valor la segunda.

De mí poco tengo que contar, pues yo no he hecho nada, quizás menos que otros compañeros de trabajo; pero quiero aprovechar esta ocasión que me brindáis para agradecer a todos aquellos que voluntariamente se dieron a estos trabajos sin estar acostumbrados, como panaderos, taberneros, mecánicos, oficinistas, tractoristas, chóferes, carpinteros, herreros, comerciantes, estudiantes, agricultores y zapateros; y en segundo lugar a aquellos que con sus donativos ayudaron a pagar la mitad de lo que se ha gastado; lo que falta creo firmemente que Dios nos proporcionará los medios para satisfacer estos gastos».

JOSÉ LOZANO BAREA.