Espera no queda atrás

Dejamos Espera con cierto pesar: el de no haber podido corresponder cumplidamente con los muchos amigos que allí encontramos; muchas fueron sus pruebas de afecto.

Íbamos al pueblo cargados de recuerdos, de añoranzas, de ansias de llegar a él; meses, años de ausencia, nos hacían cada vez más deseable la llegada; y con un gran motivo, dispuestos a participar y celebrar las grandiosas fiestas de su Patrón el Santo Cristo de la Antigua. Tenemos que rezarle al Santo Cristo milagroso; tenemos que pedirle que nos siga protegiendo en la ausencia; tenemos que alegrarnos con los nuestros. Y así fue: Festividades de Septiembre —grandes días—, alegría, atenciones, simpatía por todas partes; merece la pena venir a Espera en estas fechas.

Pero no todo quedó atrás al regreso; nos traemos un recuerdo muy esperanzador y ciertas consideraciones para reflexionar y meditar. El recuerdo de un pueblo alegre, hospitalario, atento; de unas gentes buenas y sencillas, de una juventud plena de sana y limpia alegría, que nos impresionó gratamente.

Pasaron aquellos días, y todo habrá vuelto a la normalidad, pero esa gente joven siguen con el mismo entusiasmo que sus padres y abuelos a la hora de responder. También se nos aprieta un poco el corazón a la hora del regreso; el considerar que son muchos los espereños que tenemos que partir de nuevo; cada uno a su sitio, pero todos repartidos por la geografía nacional. Es algo misterioso esto de la separación de los espereños: en todas partes existen hijos de Espera, pero todos permanecen muy unidos a su pueblo, a sus tradiciones, a sus costumbres. Los que se quedan pueden creer que el olvido lo borra todo, pero no es así. Donde quiera que nos encontremos, mantendremos vivo el recuerdo de nuestra tierra. Y así, todos unidos, los que quedan y los que marchamos, podremos subir el prestigio de Espera; por eso, ESPERA no queda atrás.

 

MANUEL CHACÓN ARDILA.