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Artículos de la Villa de Espera

Castillo de Fatetar

Castillo de Fatetar

Los árabes le llamaban así, por estar asentado en lo alto de la sierra de dicho nombre. Sus cimientos y parte de sus muros parecen romanos, y es muy probable que sobre los restos de la antigua fortaleza, los árabes edificasen el actual Castillo; a su alrededor se irían agrupando las primeras casas hasta constituir el origen de Espera; aunque aún nos inclinamos a creer que ESPERA es mucho más antigua.

Cada día que pasa, queda más lejana la historia de este castillo; y aunque ya no podamos soñar con verle reconstruido, sin embargo, algo especial nos sigue uniendo a él, que al verle en ruinas, nos hace hablar y gritar: ese algo será, que junto a él, adosada a la parte izquierda, se encuentra formando un mismo conjunto la Ermita del Santo Cristo.

Toda la inmensa mole sobrecoge al visitante. Vestigio vivo de una dominación romano-árabe, todo el conjunto se alza con una verticalidad sorprendente, bordeando la misma roca; afrontando impertérrito, no tanto los azotes del tiempo, la lluvia y el viento, como la mano destructora del hombre.

Jamás hemos sabido apreciar su inmenso valor real, histórico y sentimental; y por eso, no cuidamos de su conservación, por eso le tratamos tan mal, por eso, cada vez que nos acercamos a él es para maltratarle. Sí... Nuestro viejo castillo, desaparece. Las viejas piedras, milenarias piedras, nobles piedras del castillo, se van desmoronando por el poco cuidado del hombre; y sin embargo, esas piedras, a todas las generaciones, tendrán muchas cosas que contar: Historias y leyendas maravillosas, de valientes gladiadores de gestas heroicas; de resistencia y lucha; de patriotismo y sangre; de amor y fidelidad. El Castillo se duerme entre el recuerdo perenne de hazañas de amor patriótico y guerra. Al Castillo le duelen las heridas del viento, del sol, de la lluvia, pero aún le afectan más las heridas que le hace el hombre.

Sus almenas vigilantes casi han desaparecido; su torre alta, tan fuerte y tan alta, que era inexpugnable y dominaba más de 100 kilómetros a la redonda, está muy mal; grandes y amenazadoras grietas están acelerando su derrumbamiento total; algunos de sus muros, a pesar de tener más

de dos metros de grosor, han sido agujereados, ofreciendo un verdadero peligro para la misma Ermita. El Castillo se nos va para siempre el día menos pensado.

Existe una Sociedad denominada «Amigos de los Castillos», que incansable y celosa por la conservación de los mismos, ha salvado a muchos. En varias ocasiones nos hemos dirigido a dicha Sociedad, y siempre la misma respuesta: «Son muchos, más de mil los castillos existentes en España»; sabemos también que como término medio se necesitarían unos seis millones para restaurar un castillo. Poco dinero, preferencia a los de vía turística, total, que el nuestro jamás se restaurará.

Sobre la sierra de Fatetar, el Castillo de su nombre, célebre desde muchos siglos, seguirá apagando su voz; ya, nadie le respeta, se le acerca el final; seguirán los tordos y cernícalos anidando en sus mechinales; seguirán creciendo los abrojos y ocultarán para siempre su maravillosa historia. Jamás volverá a tener su primitivo esplendor; nadie retocará ni restaurará sus entrañas rotas. Pero al menos, por el bien de nuestra historia, no aceleremos su final; respetémosle; no le hagamos más daño.

J. C. R

 

Índice de Artículos de la Revista 1968

 

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@ Antonio Durán Azcárate. 2001  - 2006  Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA