Hermandad de Ntro. Padre Jesús Nazareno
PREGÓN DE SEMANA SANTA
Este pregón lo dedico al cofrade espereño, que gracias a ellos y
ellas hacen, han hecho y harán que la Pasión de Cristo se
reavive en Espera.
El
cofrade y la cofradía tienen una larga historia en este pueblo.
En los anales de la historia y en nuestros recuerdos remozamos
vivencias de la Semana Santa. Yo, como espereña, voy a
desarrollar el pregón con recuerdos, expresando contenidos de mi
corazón de la Pasión Espereña acompañados de textos del
Evangelio de San Mateo que nos relata la Pasión de Jesucristo.
Comenzamos a preparar la Semana Santa. No es tarea fácil porque
hay que dedicarle tiempo y tesón. Reuniones de las Juntas de
Hermandad para pensar y deliberar los objetivos y los trabajos
para llevarlos a cabo. En mi infancia no sé cómo sería, pero
comencé a ayudar vendiendo papeletas por las casas espereñas. Me
acompañaba Loli del Niño María, pasábamos llamando a las puertas
y la gente nos compraba. Eso supuso una gran vivencia
porque fui conociendo a muchas personas y, no solo vendíamos, si
no que también hablábamos con los de cada casa. Comprendí que la
gente quería aportar para su Semana Santa.
Y para quienes vendíamos papeletas era un buen momento ya
que íbamos conociendo el pueblo espereño. Asimismo, en los días
previos, cuando se comenzaba a montar los pasos en la iglesia,
algunos niños y niñas nos íbamos al templo para ayudar en lo que
fuera: hacer un “mandao”, limpiar ánforas y flores; en lo que
fuera, por tal de estar allí viendo cómo era aquello. Si los
hermanos Mayores tenían sus disputas, esos días quedaban al
margen y se ayudaban unos a otros. Es grato anotar cómo
Espera, a pesar de las dificultades, nunca se ha quedado
sin su Pasión. Solo la lluvia dejaba sin salir a los pasos.
La
Borriquita es la primera hermandad que recorre las calles
espereñas, lo hace el Domingo de Ramos. Jesús ha entrado en
Jerusalem con una burrita y la gente lo aclama con entusiasmo:
“Hosanna el que viene en el nombre del Señor”. Jesús es el Hijo
de Dios, y tú y yo podemos descubrir que somos hijos de Dios y
aceptarlo. Él aceptó a ese Padre, y su vida estuvo marcada por
hacer llegar a la gente el Reino de los Cielos. En Espera, Jesús
sale en procesión desde la iglesia, recorre las calles Santa
María, Cadena y Libertad hasta alcanzar la calle
Los Toros. Estoy aún en la Plaza de la Iglesia y observo
a niños y niñas espereñas que van vestidos de hebreos. En medio
de la procesión me llega un recuerdo: Adeli de Rosa muy
jovencita, acompañada de mis hermanos Manolo y Justo, lleva el
cartel del Hosanna, pero un Hosanna del pueblo, porque en el
cartel se lee “Los niños de Espera con su Semana Santa”.
Lunes y martes
santos espereño. Los cofrades están afanados arreglando los
pasos. Entre el miércoles y el viernes salen las restantes
Hermandades y la tensión va creciendo. Mientras, recordamos a
Jesús en Jerusalem. Jesús está enseñando una parábola, la de los
invitados a la boda, y concluye diciendo “Porque muchos son llamados, pero pocos
escogidos”. Y sigue narrando San Mateo “los fariseos se fueron y
celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna
palabra”. Sobre esto me sale una reflexión: por qué nos buscamos
unos a otros para sorprendernos en alguna palabra, ¿para
establecer una sentencia de muerte? Aprendamos lo que le
hicieron a un hombre que descubrió que también era Hijo de Dios,
Jesucristo, y digamos “no” a hacernos frente unos a otro de esa
y de otras malas maneras.
Y cuando
termino de reflexionar sobre este gesto, me viene a la memoria
algunos detalles espereños en esos días de preparación de Semana
Santa.
El trabajo en la iglesia es intenso y todo tiene que estar a
punto para la salida de cada Hermandad. De mi niñez asoman
algunas cosas que no se me olvidan. Los Hermanos Mayores eran
Manolo Romano, Miguel Salas, Manolo Jiménez y Antonio Romano
“Tres pesetas”. Mi tío Manolo Jiménez llamaba a mis hermanos
Manolo, Justo y Coqué para que les ayudara. Llegaba, pues,
acompañado a la iglesia y comenzaba a pujar con mi abuelo:
“Mira, Manolo, aquí traigo a tus nietos para que me ayuden”. Mi
abuelo empezaba a bufar. Otra vez se había adelantado. Pero esto
era parte de las bromas que se gastaban; los que estaban allí se
ayudaban en lo que podían. Es mejor así, dejar las tiranteces
que nos pueda incitar a “sorprendernos en alguna palabra”,
porque, como ya sabemos, “al atardecer de la
vida me examinarán del amor”, del amor y la misericordia
que hemos sido capaz de dar a los que han estado cerca de
nosotros. No puedo dejar sin repasar un detalle de amor cofrade
en este año nazareno, el amor cofrade
de un hombre que innovó la Semana Santa espereña. Me
refiero a Miguel Salas Chacón, que en esos días de preparación
de pasos y cultos, se entregaba al máximo. Me contaban que en
esos años de tanta
carencia el manto de la Virgen de los Dolores servía para vestir
a todas las demás vírgenes. En él se cumplía el dicho de
“desvestir a un santo para vestir a otro”. Pero algo más hay que
reconocerle, esos gestos fueron semillas para que dieran frutos
en su familia, ya que su hijo Miguel Salas, entre otros, está
poniendo en práctica el amor y la pasión en la Hermandad del
Nazareno.
De
una entrega por amor es lo que nos habla la Semana Santa, una
entrega de un hombre que fue capaz de vivir de otra forma con
los suyos. Una mirada con simpatía de Jesús a Mateo fue capaz de
entusiasmarlo y dar un sentido profundo a su existencia. Jesús
fue un hombre que descubrió otra manera de ser, y fue
deshaciendo la madeja del reino de los cielos para facilitarnos
nuestro encuentro cotidiano con Dios y con los demás. Si leemos
los Evangelios, subrayando algunas de las palabras, descubrimos
que de quien habla es de un hombre que supo cuál era la voluntad
de Dios en Él y la llevó hasta sus últimas consecuencias, aunque
le acarreara la muerte violenta por envidia. Mateo nos detalla
así los últimos momentos de su gran amigo y maestro: “Cuando
terminó Jesús todos sus discursos dijo a sus discípulos. “Sabéis
que dentro de dos días será la Pascua y el Hijo del hombre será
entregado para ser crucificado”. Se reunieron entonces los
príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo en el
palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y acordaron
apoderarse con engaño de Jesús y matarlo. Pero decían: “No sea
durante la fiesta, no vaya a ser que el pueblo se amotine”… ¡Qué
duro resulta oír esto! Jesús no sólo intuye, si no que sabe que
tras la Pascua va a ser entregado, sabe que van a “apoderarse
con engaño de Jesús y matarlo”. Eso es, con engaño va a ser el
estilo para apoderarse de ese hombre. Pero Jesús no va a luchar
contra ellos, Jesús va seguir su programa. Acompañemos a Jesús
un poco más antes de volver a nuestra Pasión espereña.
Jesús ha ido a Betania, está tomando el almuerzo en casa de
Simón el leproso, una mujer, María de Lázaro, derramó sobre la
cabeza de Jesús un perfume de gran valor. Algunos de sus
discípulos se indignaron: “Podía venderse a gran precio y darlo
a los pobres”, dijeron. Pero Jesús, con gran sensibilidad hacia
la mujer, repara: “¿Por qué molestáis a esta mujer?...Lo ha
hecho para preparar mi sepultura”. Este hecho no le gustó nada a
Judas y facilitó su decisión, porque se fue a los príncipes de
los sacerdotes diciendo: “¿Qué queréis darme y os lo
entregaré?”. Al día siguiente Jesús quiere celebrar la Pascua
con los suyos. En la cena descubre al traidor y Judas pregunta:
“Rabbí, ¿acaso soy yo?”. Jesús responde: “Tú lo has dicho”.
Después Jesús bendice la cena y explica el sentido de su
sacrificio: “Esta es mi sangre de la nueva alianza, que es
derramada por muchos para remisión de los pecados”. Jesús, con
su muerte, va a asumir los pecados de todos para que cuando le
miremos ahí en la cruz podamos saber pedir perdón y saber
perdonar. Saber pedir perdón para que el arrepentimiento nos
lleve a una salud mental; saber perdonar para que no generemos
rencor ni odio que tanto imposibilita nuestra felicidad. Jesús
asume su muerte por amor al género humano y nos da el camino
para reconciliarnos con nosotros mismos y con los demás. No
olvidemos que perdón es reconciliación.
Antes de prender a Jesús, él ha pasado un momento tremendo de
angustia. Es hombre y sufre el desenlace que se le avecina. La
oración del huerto es un momento de duda y de angustia natural.
Nos puede dar mucha paz observar cómo Jesús pide al Padre que le
quite este cáliz, este momento de amargura. Jesús no desea
sufrir por el mal que se avecina y la responsabilidad que debe
ejercer. Repito, eso es una duda natural y le atenaza como a
cada uno de nosotros nos atenaza el sufrimiento y el dolor. Pero
Jesús concluye esa angustia diciendo al Padre “que se haga tu
voluntad”, porque sabe que
sufre por amor. Gloria Estefan, en la canción Por amor,
canta:
“Por amor se han creado los hombres
en
la faz de la tierra.
Por amor hay quien haya querido
regalar una
estrella.
Por amor fue una vez al calvario
con una cruz a cuesta
aquel que también por amor
entregó el alma entera.
A
Jesús le prendieron, le llevaron a Caifás y luego a Pilatos.
“Con ocasión de la fiesta, el gobernador solía conceder al
pueblo la libertad de un preso”. “Preguntó Pilato a los
reunidos: ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús,
el llamado Cristo? Pues comprendía que se lo habían entregado
por envidia”. Me detengo un momento en esta escena. La causa de
entregar a Jesús a muerte es por envidia, no hay delito.
Entonces, ¡qué daño hace y nos hace la envidia! Han sido
capaces de entregar a alguien que envidiaban, y por envidia
adulteran un juicio. “Pilatos ve que el tumulto va en aumento” y
se lava las manos. Y
a Jesús, después de azotarle, lo entrega para que lo
crucifiquen.
Jesús es azotado y, para ello, lo atan en una columna. A los
espereños nos basta asomarnos a la calle el Miércoles Santo y
reposar la mirada. Todo está preparado para salir la Hermandad
de San Antonio. El Cristo Atado a la Columna está en el nártex
de la iglesia, Pilatos nos lo presenta de nuevo, pero nosotros
no queremos que un inocente sea crucificado. Vamos a acompañar
al Cristo y observamos que su cuerpo está muy azotado. En
Espera, Jesús no está solo, va arropado por nazarenos que sin
darse cuenta hablan con Dios por las calles. Los nazarenos van
vestidos para estar cerca de su hermandad, y debajo de la túnica
y el capirote caminan anónimos y solos; momento en el que muchas
veces, sin pensar, comienzan a contarle a Dios sus
preocupaciones, sus alegrías, sus ilusiones… Eso pasa porque
están cerca del hombre atado a la columna, y le pueden decir que
han aprendido a valorar el sufrimiento ajeno, a tener compasión
con el que sufre y no sentirse neutral. Jack Wintz afirma
lo siguiente sobre el sufrimiento: “El sufrimiento
transforma. Deja que haga crecer tu capacidad de amar y apreciar
a las personas que enriquecen tu vida” Así, la Hermandad de San
Antonio nos adorna toda la procesión para que nosotros seamos
capaces de apreciar el valor del sufrimiento. Wintz nos
interpela: “Abraza el sufrimiento como parte natural de la vida.
Como la luz y la sombra se definen mutuamente y no puede existir
una sin la otra, así ocurre con el sufrimiento y la alegría. No
se puede experimentar auténtica alegría si antes no se ha
experimentado verdadero dolor”. El sufrimiento, como parte
natural de la vida, es el eco que me queda en
este día de Miércoles Santo, y es cierto que el
sufrimiento ha ido formando parte de nuestras vidas. ¡Para qué
contar!
Ahora nos acercamos a la Madrugá. Espero en la calle Arrieros
para saborear el paso de Jesús Nazareno. Se acerca con un paso
solemne. Algunos penitentes llevan una cruz a cuesta. Es la
noche, la del silencio, la de la vía dolorosa. San Mateo nos
escribe: “Al salir, encontraron un hombre de Cirene, llamado
Simón; a éste le obligaron a llevar su cruz”. Y así aparece el
paso desde la citara en la que me encuentro. El Nazareno tiene
una expresión de agotamiento. Jesús se ha vaciado de sí y sólo
cuenta dos puntos de amor: amar a Dios y a los hombres. Algunas
veces me he preguntado por qué en Andalucía sale el Nazareno por
la noche cuando en Jerusalem Jesús recorre la Vía Dolorosa
siendo de día. Un día lo llegué a comprender: la madrugá es el
símbolo de la noche oscura de Jesús, es decir,
el símbolo de los momentos de su vida que más padece su
espíritu. Por similitud, la madrugá espereña es el símbolo de
los momentos duros que padecemos cada espereño y cada espereña,
y esos momentos pueden ser, entre otros: la lejanía de Dios, la
lejanía de los seres queridos, el abandono de Dios, el abandono
de los seres queridos, las angustias, el sin sentido, la
enfermedad, las rupturas familiares, los fracasos, los
familiares en la droga, el paro laboral, la crisis que sufrimos,
el desamparo. Todas esas son las pinceladas gruesas de la noche
oscura, y en la madrugá El Nazareno recoge nuestras noches
oscuras y le vemos agotado en el paso de la procesión.
Y
te digo, Nazareno:
Mientras la mañana crece,
cada vez, más cerca siento
el leve son de tus pasos
que, a hombros del costalero,
atraviesa las calles.
Y llegarás ya vencido
con el rostro somnoliento
y los pies escarnecidos
hartos de andar
por el tiempo;
y tus heridas serán
las heridas de mi pueblo
y tus hombros maltratados
el dolor que lleva dentro
gritando en sus corazones
con voz de clamor inmenso.
Y la saeta, al cantar
al Jesús tan espereño,
hará desprender las lágrimas
de los
balcones del cielo,
que en blancura almidonada
de azahares se volvieron.
Yo te conocí
Señor, con la cruz a cuestas
por las calles, padeciendo.
Y me gusta llamarte a Ti
como te nombran aquí
los
espereños:
Jesús Nazareno, Nazareno
Ciertamente la noche oscura nos deja sumido en el sufrimiento y
en dolor, consecuencia de los males físicos, morales y
psicológicos que hemos padecido. Pero la noche oscura deja paso
al clarear del día. En ese clarear de la madrugá viene asomando
por la calle Santa María Nuestra Señora de los Dolores. María,
la Madre de Dios y Madre nuestra, se estremece de dolor. El
gesto en su palio es significativo. Miradla y observarla: ella
sufre. La Virgen de los Dolores ha llegado a la Plaza de la
Iglesia y allí descansa, dejando que el sol del amanecer se
refleje en su rostro. Y desde su rostro irradia la fortaleza en
los momentos duros, la compasión en los momentos de angustia. Y
nos muestra que el dolor y el sufrimiento no tienen la última
palabra, la última palabra es el amor.
¡Ay, quien pudiera ser
campanas de finos sones...
para cuando sea la tres,
la hora de tus Dolores
por ese Hijo que muere
escoltado por ladrones,
poder suavizar tu pena,
Madre guapa, con mis sones,
que, en
vez de dar campanadas,
daría porque no llores
tres saetas bien cantadas
por ángeles ruiseñores,
tres bocanadas de incienso
con humo de mil colores
y tres suspiros del alma,
pidiéndote tres favores,
como cualquier espereño
que busca tus horizontes!
La
Virgen de Los Dolores entra en la iglesia y nos invita a estar
con su Hijo al pie de la cruz.
¡Cuántas veces hemos estado al pie de la cruz, junto a la
Virgen, y no nos hemos dado cuenta del significado que tiene! Yo
salía en la Hermandad de la Expiración. Lo primero era mirar al
cielo para ver si las nubes estropeaban el Viernes Santo. ¡Cómo
recuerdo a mi abuelo Manolo con su pértiga de Hermano Mayor!
¡Con qué emoción veía pasar a la Hermandad por la calle
Cervantes asomado a la ventana cuando ya él no podía salir! El
Cristo de la Expiración aparece por lo más alto de la calle
Cervantes, y desde el pozo de la calle volvemos a rememorar
aquella crucifixión de Jesús. Pero nosotros no vamos a mostrar
ni indiferencia ni insultos, como hacían algunos de los que
estaban allí en Jerusalem. Leemos en San Mateo: “Los que
paseaban le insultaban moviendo la cabeza y diciendo: “Sálvate a
ti mismo”. Con este despropósito, un sentimiento me brota: ¡Qué
cinismo! ¡Si ellos le entregaron por envidia y establecieron la
sentencia con condena de crucifixión!
Y aprendemos que es cierto que no nos podemos mofar de
las personas que soportan cualquier clase de injusticia. Eso es
crueldad, y nosotros no somos crueles.
Desde el pozo de la calle escuchamos a Jesús decir: “Dios mío,
Dios mío, por qué me has abandonado”. Y ese quejío de Cristo es
acompañado por la saeta de Manolito el Luri y de Rosalía, entre
otros. El cante jondo se presta al sentimiento de dolor de
Cristo en la pasión espereña.
Con Jesús estaba María. La vemos vestida de verde esperanza.
¿Por qué esperanza en este tremendo panorama? Porque ella es
modelo, modelo de fe. Para ella la promesa de Dios es más fuerte
que la evidencia que está presenciando.
El
Cristo de la Expiración, cuando estaba en la cruz, pidió:
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Se muestra así
que Él supo perdonar. Saber perdonar, ¡qué bueno es eso para
conseguir la felicidad y la libertad! Saber perdonar es el
camino para vivir sin rencores ni odios.
Con el corazón limpio para ver a Dios, exclamó Jesús sus
últimas palabras: “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Y murió
con una paz y una libertad tremenda. Y entonces “El Verbo
enmudece, se hace silencio mortal, porque se ha “dicho” hasta
quedar sin palabras, al haber hablado todo lo que tenía que
comunicar, sin quedarse nada para sí” explica Benedicto XVI en
la exhortación apostólica La Palabra de Dios.
“Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José,
que era también discípulo de Jesús. Este se presentó a Pilato y
le pidió el cuerpo de Jesús”. Entonces Pilato ordenó que se lo
dieran. Y José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia
y lo puso en su propio sepulcro, que era nuevo y lo había hecho
excavar en la roca; y tras rodear una piedra grande a la puerta
de sepulcro, se marchó. Estaban allí María Magdalena y la otra
María, sentadas delante del sepulcro”. Cristo ha muerto y lo
enterramos en nuestra pasión espereña. Los costaleros han
aprendido de José de Arimatea y llevan al Santo Entierro camino
de la iglesia. Por la calle Cadena llevan el cuerpo muerto de
Jesús con un paso pausado. El costalero carga con su fuerza el
cuerpo inerte de Cristo, y Nuestra Señora de la Soledad agradece
esa ayuda. La Virgen se siente aliviada porque su soledad está
acompañada. Yo no puedo evitar mencionar mi vivencia del año
pasado cuando llegué a mi casa y me encontré el cuerpo inerte de
mi padre. ¡Cuánto agradezco la ayuda de los vecinos y familiares
que aliviaron mi dolor! Comprendo a la Virgen cuando siente el
apoyo del costalero.
Jesús ha muerto. Hasta las marchas de Semana Santa quedan
quietas y sin sonido. ¿Qué hacemos ahora? Guardar silencio. ¿El
silencio de la pena? No, el silencio interior para madurar el
fruto de la vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo. Un
silencio poliédrico, es decir, con muchas facetas. Un silencio
que cito textualmente de La Madre Teresa de Calcuta. Ella decía
a las Misioneras de la Caridad: “El silencio nos da una nueva
visión de la vida. En él nos sentimos llenas de energía del
propio Dios, que hace que lo hagamos todo con alegría”. El
silencio debía ser necesariamente interior y tiene, repito,
estas facetas:
“Silencio de los ojos, abriéndolos continuamente a la belleza y
la bondad de Dios en todas partes, y cerrándolos a los defectos
de los demás y a todo lo que es pecaminoso o perturbador para el
espíritu…
Silencio de los oídos, atentos siempre a la voz de Dios y al
llanto del pobre y el necesitado, cerrándolos a todas las voces
que vienen del mal o de cuanto hay de negativo en la naturaleza
humana, por ejemplo, la murmuración, el chismorreo, los
comentarios pocos caritativos.
Silencio de la lengua, para alabar a Dios y decir su palabra,
que da vida y que es Verdad que ilumina e inspira, aporta paz,
esperanza y alegría, y
evitar la autodefensa y cualquier palabra que provoque
confusión , inquietud, dolor y muerte.
Silencio de la mente, abriéndola a la Verdad y al conocimiento
de Dios a través de la plegaria y la contemplación, como María
cuando meditó las maravillas del Señor en su corazón, y
cerrándola a todas las mentiras, distracciones y los
pensamientos destructivos, como juicios temerarios,
desconfianzas en la relación con los demás, pensamientos y
deseos de venganza.
Silencio del corazón, amando a Dios con todo el alma, la mente y
la fuerza, y a los demás como Dios ama, deseando solo a Dios y
evitando todo egoísmo, odio, envidia, celos y codicia.”
El
silencio interior es una propuesta para hacer prosperar el
espíritu cofrade de la pasión espereña porque, como muy
acertadamente dijo Philip Groening, “Sólo en el silencio más
absoluto se empieza a oír. Sólo cuando se prescinde del lenguaje
se empieza a ver.
Y
ya, todo se recoge. Las flores se guardan, los pasos se
desmontan, nuestras Vírgenes van a sus camerinos y también
nuestros Cristos. Los palios se doblan con cuidado. Un recuerdo
muy vivo me llega desde mi niñez: “Veo a mi tío Manolo Teresita
doblando el manto de la Virgen. Lo extiende en el mostrador de
madera del estanco. ¡Con qué cuidado le pasa la mano! ¡Con qué
simetría lo pliega! Lo guarda en una caja de tapa celeste y lo
amarra con una guita fina. Ahora toca las túnicas: Las extiende,
las dobla, las empaqueta en papel y las ata con cuerda, una a
una, fijando con buena letra la talla.”
Se
acabó la Semana Santa,
pero el espíritu cofrade recomienza.
PREGÓN SEMANA SANTA DE ESPERA 2011
19 de Marzo de 2011
Por:
Sta. Dª Isabel María Romano Luceño
Iglesia Parroquial de Santa María de Gracia
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@ Antonio Durán Azcárate. 2001 - 2011 Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA