Hermandad de la Borriquita
RECUERDOS DE MIS VIVENCIAS RELACIONADAS CON LA HERMANDAD DE LA BORRIQUITA
Aprovecho que el presente año le toca a la Hermandad de la
Burrita, la confección, realización y edición de la revista correspondiente a la
Semana Santa de 2009, para escribir lo que sigue y que no tiene otra pretensión
que mostrar públicamente el agradecimiento, como pago a cuenta de la deuda de
gratitud, a todas aquellas personas que con su dedicación, trabajo y esfuerzo
han permitido que aquel proyecto ilusionante que comenzó en 1963, siga siendo
una realidad en nuestros días, para engrandecimiento de nuestra Semana Mayor y
Gloria de Dios a través de Su Hijo Jesucristo Nuestro Señor.
Ruego encarecidamente que nadie se moleste por no aparecer su
nombre reflejado en este escrito, pues sería interminable relacionar a todos los
allegados de alguna forma a la Hermandad de la Burrita, y además mi frágil,
difusa y olvidadiza memoria no da para más. Dicho esto, pido perdón por ello y
que por favor no lo tomen a mal, ya que las personas que aparecen citadas en
este escrito, son de alguna manera las que con sus actuaciones más me
impactaron, grabándose las
mismas en mi mente.
Con frecuencia recuerdo gratamente la imagen que se quedó
grabada en mi memoria de aquel día, uno de los previos a la Semana Santa de
1.963, en que trajeron desde ¿Sevilla? las imágenes que conforman el “Paso de la
Burrita”. Fue en el camión de Manolo Vázquez, y eran unas cajas, una de ella muy
grande, de madera, y que protegían perfectamente a las obras escultóricas que
guardaban en sus interiores. Hace ya de ello la friolera de más de 46 años.
Aquel año, y como no podía ser de otra manera, se colmaron las
ilusiones que sentía por vestirme de penitente de la nueva Hermandad que se
echaba a andar y que sería la primera vez que procesionaría en una Semana Santa
por las calles de nuestro querido pueblo. En efecto, la túnica me la hizo Doña
Dolores Jiménez
Peralta (r.i.p.a.), (la madre de Juanito, Rosario y Carmen Salas q.e.p.d.).
Primero nos dijo que no podía hacerla, pues ya tenía muchos encargos y no iba a
tener tiempo material para cortarla y coserla, pero gracias a la petición
reiterada y a las súplicas de mi madre y por otra parte a la machacona
insistencia manifestada por mis tías paternas, apelando al parentesco que nos
unía, accedió a confeccionarla, cosa que le agradecimos cordial, cariñosa y
efusivamente, a pesar de la enorme carga de trabajo pendiente que tenía y que le
obligaba a trabajar a destajo y eso contando, pues lo recuerdo como si lo
estuviese viendo ahora mismo, con la ayuda inestimable de sus hijas y allegadas.
Quiero dejar claro que, a pesar de mis siete años, aquel no
iba a ser mi primer desfile procesional como penitente, pues ya participaba como
tal desde varios años antes, acompañando al Cristo Crucificado de la Hermandad
de la Expiración y de Nuestra Señora de la Esperanza, de nuestra Parroquia. Pero
salir de penitente con la “Burrita” me satisfacía plenamente, por que la
consideraba como más mía, más nuestra, más de los niños, y es que, como muy bien
supo transmitir el añorado párroco, Reverendo
D. Juan Candil Ríos (q.s.g.g.),
era la Hermandad de los niños y además, por si lo anterior fuera poco, me sentía
como un auténtico privilegiado, al tener la enorme fortuna de ser uno de los
iniciales y fundadores “hermanos-niños penitentes” que iban a salir con la
“Burrita” desde el mismísimo primer año de su constitución como tal hermandad.
Por tanto tengo el enorme honor de encontrarme en la nómina de los más veteranos
de dicha Hermandad, lo cual además de llenarme de orgullo, me hizo asumir y
cargar desde entonces con una enorme responsabilidad como persona y como
cristiano.
Quiero dejar constancia de que era tal la preocupación, el
interés y las ganas que Don Juan Candil tenía por acercar a los niños y niñas a
la Iglesia, por que nos integrásemos en ella y por que la sintiéramos como algo
nuestro, que no solo constituyó la Hermandad de la Borriquita, sino que organizó
eventos de una envergadura tan grade como “La Cruzada de la Bondad”, “Los niños
de San Tarsicio”, los concursos de coros de campanilleros, o la más
importantísima de todas y que fue la labor de los Misioneros con los niños y
niñas y con la juventud espereña.
Volviendo con la “Burrita”, sería imperdonable que no
recordase a los primeros costaleros que llevaron la burrita, pues sin la gran
fortaleza y poderío físico de los mismos, ya que eran auténticos “mulos” (y
perdonarme la expresión que quiere ser de admiración, respeto y agradecimiento a
sus personas), no hubiese podido salir el paso, dado que pesaba enormemente,
como más tarde puede comprobar, y eso a pesar de que aunque poco, ya iba algo
más aligerado de peso y además no le ponían el olivo que los primeros años le
adosaban para adornarlo. Quiero recordar que el paso de La Borriquita, lo
construyó un carpintero de Villamartín, concretamente Don
Alberto López Vázquez, por
aquel entonces novio de Paquita Candil, hermana del Párroco Don Juan
y que poco tiempo más tarde contraerían sagrado
matrimonio en nuestra Parroquia Santa María de Gracia.
A lo largo de varios años continué saliendo acompañando como
penitente a la “Burrita” en sus desfiles procesionales, simultaneándolo también
con la salida en la otra Hermandad a la que antes hacía referencia. Incluso dos
o tres años, por eso de “aprovechar la túnica”, incrementé a tres el número de
mis salidas procesionales, haciéndolo también en la Hermandad de San Antonio,
acompañando al Cristo Atado a la Columna, pues algunos penitentes de la
“Burrita” también salíamos con San Antonio, dado que esta Hermandad tenía muy
poquitos penitentes que la acompañaran. Era por aquel entonces el Hermano Mayor
de San Antonio: D.
José Lozano Barea (r.i.p.a.).
Quiero contar una anécdota, que vista desde la distancia en el
tiempo produce risa, y que me ocurrió estando sentado en la baranda de la plaza
de la Iglesia, junto al “carnero”, esperando que abrieran las puertas para
organizar la procesión de la Hermandad del Cristo de la Expiración y Nuestra
Señora de la Esperanza, un Viernes Santo. En ella queda reflejada la capacidad
de observación sin límites que ostenta el ser humano. Aun hoy la recuerdo con
sorpresa y me sonrojo, por la vergüenza que pasé. Ocurrió que uno de los niños
de entre los que estábamos allí, se fijó en la túnica blanca que yo llevaba
puesta y públicamente empezó a recriminarme por que no era la de la Expiración,
pues la botonadura vertical anterior de mi túnica era de color rojo y la de
dicha Hermandad era de color verde, y eso no era lo más correcto. Tragándome el
disgusto y el mal rato que pasé, procedí a explicarles que la túnica que
correspondía, se me había quedado demasiado pequeña y en vez de hacerme otra
nueva aprovechaba la da la “Burrita”, y por que además, dentro de pocos minutos
sería de noche y con la oscuridad de la misma y la flojita iluminación pública
que por aquellos entonces existía en las calles de nuestro pueblo, nadie se iba
a percatar del detalle recriminado. A pesar de mi improvisada e innecesaria
justificación, y a fuerza de ser sinceros, he de confesar que cada vez que
parábamos, colocaba el cirio que llevaba de tal manera delante de mí, a los
efectos de que tapara lo máximo posible la botonadura y ocultara todo lo más
posible el color de los botones para que pasaran desapercibidos, ciertamente no
acordes ni conjuntados con el color verde del capirote y del cinturón.
Pasados varios años, ya deje de salir como penitente con la
“Hermandad de los niños”, pero no me desvinculé de ella, mas bien todo lo
contrario, ya que pasé a enrolarme como “Legionario” en la “Centuria Romana” de
dicha Hermandad, es decir, en “Los armaos de la Borriquita”. ¡Que excepcional
Jefe de Centuria teníamos! ¡Que gran ilusión le embargaba y al mismo tiempo nos
transmitía a los demás! ¡Que entusiasmo, y con que responsabilidad, seriedad y
formalidad se lo tomaba nuestro primer Jefe
D. Manuel Chacón
Ardila, “El Grajo”!
Cuánta
perfección nos exigía; nos corregía continua y constantemente y a veces nos
reñía vehementemente incluso con acritud, y todo era por su afán desmesurado de
perfección plena para que todo fuese un éxito en nuestro desfile del Domingo de
Ramos. Pues bien, a pesar de todo ello, ¡¡que felices éramos!!
Estábamos
ansiosos por vestirnos de “Armaos”, poniéndonos el uniforme para la ocasión: El
casco (Galea) con la cresta de
plumas; nuestras armaduras de plástico imitando corazas de hierro (Lorica).
Nuestras especies de faldas a tiras verticales (faldelin
de cuero con apliques que colgaban del cinturón (cíngulum
militare) sobre unas calzonas de deporte a semejanza de los pantalones de
cuero, y todo ello sobre la túnica por encima de la rodilla (Tunica);
nuestras capas rojas (Sagum) y
nuestras alpargatas blancas (imitando a las sandalias (Caligae)
de cuero que calzaban los soldados romanos), con las tiras de cintas coloradas
que nos enrollábamos en las piernas hasta la rodilla y con los platillos de
latón de las cervezas o refrescos aplastados y que cosíamos en la parte del
empeine y del talón, para acompañar a los sones del tambor y así ayudarnos a
marcar el paso con ritmo marcial y al mismo tiempo acompañar nuestros desfiles
de una cierta musicalidad (a semejanza de las tachuelas que llevaban las suelas
de las sandalias). Por último nuestro armamento: espada (Gladius),
lanza o jabalina (Pilum) y
escudo (Scutum), y siempre que
destacara nuestro estandarte con la leyenda: “S. P. Q. R.” Es decir,
perfectamente pertrechados para “luchar”, pero en una guerra muy particular:
Defender al Rey del Amor y de la Paz
de los ataques despiadados y cruentos, ocasionados por aquellos que teniendo por
estandarte el egoísmo, la envidia, la avaricia y el desprecio más absoluto a sus
semejantes, no quería perder su situación de privilegio social, político o
económico, aun incluso a costa de la vida de los inocentes. Nos
pintábamos el bigote, las patillas y las barbas con la tizne que obteníamos del
corcho quemado y que después era fácil de eliminar al lavarnos, pero que debido
a que nos pintaban con el corcho recién quemado dolía ¡tela marinera! Y todo lo
anterior con el único fin de engrandecer y dar mayor solemnidad a los desfiles
procesionales de nuestra Hermandad. Que satisfacción nos embargaba y que
orgullosos nos sentíamos cuando íbamos a participar en desfiles procesionales
tanto del nuestro como de otros pueblos: Arcos de la Frontera, Bornos,
Villamartín, Las Cabezas de San Juan, Utrera, etc.
Con el tiempo, y por motivos personales y profesionales,
nuestro gran jefe, el centurión Manolo tuvo que dejarlo y hubo que nombrar a
otros jefes elegidos de entre los “Armaos” y entre los cuales uno de los
privilegiados fui yo. En este punto quiero recordar con especial mención a otro
de los Jefes de Centuria que tuvimos y que fue D.
José Oliva Ferrete (r. i. p.),
el cual, desgraciadamente y como consecuencia de una terrible enfermedad,
trágicamente nos dejó para irse al Padre.
Por circunstancias personales me tuve que ir fuera para continuar mis estudios y tuve que dejarlo prácticamente todo, pero jamás mi fiel, cariñosa y leal relación con la Hermandad de la Burrita, que perdura todavía y Dios permita sea para siempre.
Quiero dejar constancia de otro gran logro como fue, por el
enorme acierto y el magnífico éxito que supuso, la creación de la banda de
tambores y cornetas de la Borriquita, constituida por niños de nuestro pueblo
que participaban de forma altruista, y que durante varios años acompañaron no
sólo a esta Hermandad, sino a todas las demás de nuestra Semana Santa y como no
podía ser de otra manera también formaban parte del cortejo que se organizaba
para las bajadas y subidas de Nuestro Patrón el Santísimo Cristo de la Antigua.
Es de obligado cumplimiento dejar constancia de gratitud al creador y director
de aquella banda de música, que si bien fue idea del tantas veces recordado
Reverendo Don Juan Candil Ríos, el verdadero artífice y ejecutor de la misma fue
D. Antonio
Lozano Rodríguez (Antonio de Alonso Barea). Igualmente es obligado hacer
especial mención a D. José Luis Cano
Ferrera (el Moreno) y agradecerle inmensamente la labor musical
desarrollada a lo largo de su vida, pues fue él quien enseño a casi todos los
que sabían tocar las cornetas y tambores. Fue y seguirá siendo “el maestro de
los maestros”. Concretamente fue el que enseñó a D. Antonio Lozano Rodríguez y
hasta tal punto estaba comprometido con la música, que cuando se estaba
fraguando la citada banda, él, que dada su condición de emigrante venía de
vacaciones del extranjero, robándole tiempo a su merecidísimo descanso y a su
vida familiar, se ponía a ayudar a Antonio, enseñando a su vez a los niños, cosa
con la que disfrutaba enormemente. ¿Quién no lo recuerda con aquella cara de
satisfacción tras tocar el Himno cuando le salía redondo? Además quiero recordar
que si en un principio era banda de tambores y cornetas, en Septiembre y
acompañando al Santo Cristo, también la banda llevaba gaitas, gracias a que
durante el verano y aprovechando las vacaciones de
D. José Chacón, que estaba
estudiando en un colegio de la ONCE, sabía música y se dedicó a enseñar a varios
niños a tocar dicho instrumento musical, con lo cual la banda ganó bastante. Por
último recordar a
D.
Antonio Guerrero Campón (q.e.p.d.), y que fue el que se hizo cargo como
director de la banda cuando D. Antonio Lozano, por motivos laborales, emigró a
Barcelona. Tendría, por justicia, que poner una larguísima lista de nombres
relacionados con el tema de la banda de música, pero que pido perdón por no
hacerlo, ya que por muy extensa que fuera la relación, siempre de forma
involuntaria, se me olvidaría alguno.
Mi vinculación con la Borriquita no se rompió, mas al
contrario, se incrementaba día a día, pues desde mi más temprana juventud, yo
diría desde mi adolescencia, pasé a formar parte de los costaleros de la
“Burrita”, a cuya nómina he pertenecido, prácticamente, hasta nuestros días.
Recuerdo, en esa etapa, con enorme cariño e inmensa alegría y satisfacción a una
persona tampoco está ya con nosotros y que nos animaba constantemente en todo lo
referente a “La burrita”, que la llegó a vivir intensamente y que incluso
durante bastante tiempo estuvo interesado en que formalizáramos dicha Hermandad,
me refiero a Don
Juan Lozano Pérez (Juanito Carolina "El Gallo") (q.d.e.p). Desde entonces
y hasta ahora, mi vinculación con ésta nuestra Hermandad, es aun mayor si cabe,
pues me siento enormemente orgulloso de cuanto ha sido mi actuación al respecto
y que estoy siempre disponible, dentro de las limitaciones propias que el paso
de los años nos depara.
Con la confianza puesta en Dios, a través de Jesús, su Hijo,
en su Entrada Triunfal en Jerusalén, y con la esperanza de que nos ayudará a
todos los padres, para que seamos capaces de transmitir a los niños la Fe que
hemos heredado de nuestros mayores, suplicamos a ese Jesús Triunfante que entró
en Jerusalén al son de trompetas y recibido con vítores y palmas de olivo, que
podamos celebrar su entrada triunfal en nuestros corazones y en nuestras vidas,
que nos bendiga con su Gracia y nos impregne de su Ser, manifestado en Amor,
Paz, Justicia, Verdad y Libertad.
Un abrazo fraternal a todos.
Antonio Jesús Mariscal Bautista
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@ Antonio Durán Azcárate. 2001 - 2009 Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA