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REVISTA DEL CRISTO 2010

¿Qué es la crisis económica ?

 

¿Qué es la crisis económica?

 

El pasado año, en el mes de septiembre, me encontraba en mi pueblo; hoy estoy en Madrid , que no me gusta más, pues aquí no hay ni un Castillo, ni una plaza del Pozo, ni una calle de los Toros (en todo el tiempo que llevo de vida, no la he visto más mal arreglada). 

 

Como digo, estaba en mi casa hablando con un joven y me comentó que había una crisis muy mala. Yo le contesté que nosotros los mayores no le damos la misma importancia, cuando vivimos los años 40.

 

Te voy a contar algo de aquellos años: me levanto un sábado y al salir, lo primero que me veo es la plaza del Pozo llena de hombres tomando el sol. Uno o dos con pelliza y los demás con ropas frescas, que es lo que tenían, con la cantidad de frío que hacía; unos calzados con alpargatas, de suelas de goma (casi todas se partían por la mitad) y otros descalzos. Había dos hermanos llamados Juanelo y Josepón que a todos los niños nos daba mucha lástima de ellos; se encontraban casi desnudos y el niño que podía, le llevaba algo de su casa para que comieran algo. Aparte de ese lugar para tomar el sol, estaba la resolana de la Chuponera, que hoy es la casa de Joselito el Correo, la resolana de la esquina del Bichito, que es la esquina de mi casa, en la calle de Torviscal, la resolana de la calle Arcos y algún que otro lugar más donde tomar el sol, pues no había dinero ni para comprar picón y sentarse en una estufa. Fui al bar Parra, que estaba donde está hoy el Sindicato, y allí estaban jugando a las cartas  el Chico Moreno, su hermano Mariano,  Gabriel de Zapirón y Rafael el de Concepción. Cuando terminó la partida fueron los ganadores y pidieron el café, y Parra les dijo que los perdedores se habían ido sin pagarlos (valía un café quince gordas).

 

Había en aquel entonces tres muladares, uno el muladar de Carlota, otro el de las Pilas y otro el muladar de la Torre, que se encontraba precisamente frente al bar de José Gabriel y al almacén del Colorao. A esos tres muladares iban los niños a hacer sus necesidades (y algún que otro mayor)  y los vecinos arrojaban toda la basura del día de la casa, es decir, dentro del pueblo.

 

El pueblo sólo llegaba hasta la calle Arcos, lo demás era campo todo. Como por esta calle no pasaban coches, porque no los había, allí se tendían en las puertas de sus casas en invierno y en el verano, por las noches, a tomar el fresco (no había ni calefacción ni butano ni refrigeración).

 

Conocí familias en que los padres se iban a la siega del trigo (trabajo muy forzado) y la mujer en el zurrón le echaba  la comida y ellos, aunque tuviesen mucha hambre, se comían la mitad y la otra mitad se la traían de vuelta para que comiesen sus hijos.

 

En mi casa también pasamos necesidades, pues mi padre era carpintero y no trabajaba porque no había dinero para encargarle nada.

El pavimento de las calles era de piedra. En muchas casas no había ni camas, ni colchones, pues tenían mota de lana o paja y eso lo tendían en el suelo, echaban una manta y allí dormían.

 

Lo que teníamos bonito era las tierras de Las Viñas. Cuando llegabas al puente de las Ventillas ya se olía un perfume a rosas, pues en cada cuatro pasos había un rosal.  Los que vivían en el pueblo llamaban “Carabalines” a los de Las Viñas, aunque también eran espereños.

 

Yo, con motivo de una enfermedad, un doctor de Sevilla me recomendó vivir al aire libre y la familia marchamos todos a  Las Viñas durante seis meses y  la conocí palmo a palmo. Qué me podéis contar de las viñas de la Ditera, era una maravilla; su caserío lleno de rosales que no creo que fuese mejor paraíso terrenal.

Coches había sólo uno, que lo tenía en alquiler mi tío Manolo Camacho. Radios eran dos, una la tenía un Sr llamado Cruces y otra estaba en la taberna de Pijorro.

 

Un día me llamó mi abuela y me dio la cartilla de racionamiento del tabaco. Me puse en la cola en la puerta de Rodrigo Duque Cano, en la calle Alcubilla y así hasta llegar al estanco de Paco Ferreras donde me dieron una cajetilla de tabaco y papel de fumar.

 

Había casas relativamente pequeñas en que vivían hasta siete familias, por ejemplo la de Malena, situada en la calle Herrería con salida al callejón de Justa.

 

Escuché decir a un filósofo que se debe pensar en el presente y no en el pasado ni el futuro. Yo, que me perdone, digo que se debe pensar todo, exceptuando aquellos pensamientos que vayan en contra de Dios.

 

A muchos no le gustará lo que cuento, les ruego que me perdonen. Y a otros que piensan en la crisis, que piensen en el prójimo y si tiene dos pesetas y le sobra una, que se la dé al más necesitado, empezando por mí.

 

“Pedid y se os dará”, “llamad y se os abrirá”.

Un abrazo muy fuerte para todos mis queridos  espereños.

 

 

Francisco Romano Lozano

 

 

 

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