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FOLLETO SEMANA SANTA 2004

Carta del Párroco

RE-VIVAMOS EL MISTERIO DE NUESTRA SALVACIÓN

 

Pocas  noticias han llenado páginas  de periódicos y revistas los  últimos meses  como la  última  película de Mel Gibson sobre la  Pasión de   Jesús. Algunos la  tachaban de antisemita (en contra  del pueblo  judío) otros pensaban que no  la verían  con buenos ojos en la  Curia  Vaticana. Y  las  opiniones  se iban vertiendo  a  favor  o en  contra. El tema  central   era  una fuerte  discusión en los  comienzos del  siglo XXI sobre la  figura  histórica  de  Jesús.

Decía el actor: “La  Pasión de  Jesucristo es  bastante  fuerte. Nos  hemos  acostumbrado a  ver  crucifijos bonitos  colgados  de  la  pared, y decimos: Jesús fue  azotado, llevó su  cruz   a cuestas  y le clavaron a  un madero,  pero ¿Quién se  detiene  a pensar  lo que  estas palabras  significan  realmente?

(…)  Entender lo que  sufrió, incluso a un nivel humano, me  hace  sentir  no solo  compasión, sino  también me  hace  sentir en deuda: yo quiero compensarle  por la  inmensidad  de  su sacrificio”.

Todos  coincidían en  que su película  era  demasiado realista  y que  podía  abrir  heridas, levantar  susceptibilidades  de  un lado  o  de  otro.

      Sentí alegría  y pena  ante  tales  comentarios. Alegría  porque cuando el  curso  de  la  historia  borra las  huellas  de tantos  y tantos héroes, la  figura del Jesús histórico  aun sigue “incomodando”,  y tristeza, porque en medio de  un mundo que  quiere vivir de  espaldas  al dolor  y ocultar  todo  tipo de  sufrimiento, también reclama, aunque sea  veladamente, descafeinar, lo que llegó a ser  la  historia, lo que llegamos  a ser  todos   con el  Dios hecho  Hombre. Por  eso,  como  sacerdote y hermano  vuestro, me  he propuesto y  os propongo a  todos  que esta   Cuaresma, desde la  Imposición de  la   Ceniza del Miércoles   Santo  hasta la  Noche  Pascual  hagamos  un  esfuerzo para   “re-vivir”  y no solo  recordar  el precio de  nuestra  salvación.

La Entrada en Jerusalén como alboroto  y  gozo  del cántico de los niños, aquellas  alfombras, ramos y palmas  tendidas  en las  calles  con las que más  tarde construirían los  látigos para  azotarlo en la Columna, aquellos  arcos de madera con los que más tarde  construirían la  Cruz  para  colocarla  sobre  sus  hombros. Aquel cuerpo que  bendecía  y multiplicaba los panes  y que  el mismo pueblo que  se  había  beneficiado  lo clavaría, para  que desde el  Calvario  exhalara su  última  Expiración. Aquellos  hombres y mujeres que   le  seguían en las  orillas  y en las  barcas  y que  después por  cobardía se  van a  esconder  a  la  hora  de  acompañar al  primer  Santo  Entierro, no  nos  pueden  dejar  indiferentes.

Espera entera  en  clave de  conversión tiene  que  sentirse azotada y crucificada  con su  Señor, tiene  que   contemplarlo en la  sepultura  para   gritar en  medio de   su pueblo que  Cristo  vive   y  Resucitado está  en medio de  nosotros. Esto exige  una  mirada tan profunda a  Dios  y una  caridad   tan  exquisita  con los  hermanos que nada  de lo que  ocurre  en nuestro pueblo nos sea  indiferente, desde las elecciones  autonómicas y  generales,  hasta  los  grandes  retos  y desafíos que plantea la  Evangelización   en una  sociedad  que  como  nos  recordaron los  Obispos recientemente: “Cada día  es  más frágil  en la fe  y en las  costumbres  morales”.

Desde la  Encarnación, el paseo que  Jesús se  dio por  la  historia estuvo lleno de  bienaventuranzas y bendiciones, de milagros  y  aclamaciones, pero el  final  fue  tan  cruento  que dulcificarlo sería  una  traición a la  historia y  una deformación al  Evangelio. Por eso,  nuestros pasos  este  año tienen que ser    una  memoria  viva  de lo  Cristo sufrió por nuestros pecados.

Espera tiene que llorar  lágrimas de  arrepentimiento  con  su  Señor   dolorido, pero Espera, sabe también que la última  palabra  no la tuvo ni los  tormentos  ni la  sepultura  sino el  Aleluya que  proclamaremos  juntos  cuando prenda  la  mecha del nuevo  Cirio Pascual.

 Si nuestro  testimonio es  tan grande  y  fuerte  que pudiera  producir  escándalo y  bochorno a los  tibios, posiblemente  nos encontremos  tan  solos  como la Santísima Virgen  en el misterio de  su  Soledad, pero  como  Ella no  decaeremos aplastados por la iniquidad  sino que  unidos  en la  Oración,  la tendremos presente  en  medio  de nosotros   para que  pueda  conducirnos al  auténtico Jesús  de los Evangelios,  al  auténtico Cristo que  profesamos en  nuestra  fe.

¡Despierta, Espera! No languidezcas,  por  muchas   tinieblas  que  percibas  a  tu  alrededor,  para que el  Cristo  muerto  y resucitado que celebramos en estos  Días  Santos  siga haciéndolo presente  la  Iglesia  cada vez que escucha la  Palabra de   Dios, administra los sacramentos y  celebra  la Cena del  Señor.

                                                       

                                               Pablo Peña Vinces

                                                                                  Vuestro Párroco y Servidor

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