Mensaje del Párroco con motivo de la Procesión

            Nuestro Párroco D. Pablo Peña Vinces, una vez que ha finalizado la procesión, cuando la Imagen Milagrosa de nuestro Patrón el Santísimo Cristo de la Antigua estaba a las puertas del Templo Parroquial y haciendo uso del nuevo sistema de megafonía exterior que ha instalado en nuestra Parroquia de Santa María de Gracia se ha dirigido a los fieles para darles el siguiente mensaje:

Queridos hermanos y hermanas en el Señor, que murió en la Cruz por nosotros y al tercer día resucitó:

De noche y en silencio, hemos recorrido las calles de nuestra parroquia. Las marchas procesionales (y el eco de piadosos cánticos) y el ritmo de nuestros pasos, han puesto respetuoso acompañamiento a nuestros devotos pensamientos y a los sentimientos de nuestro corazón.

El silencio sagrado, que se impone por si mismo, en los momentos graves de nuestra vida o, si lo preferimos, el silencio buscado por el contemplativo, cuando quiere sentir en su interior la presencia del Dios que es vida.

Hoy nuestro silencio está sobremanera justificado, en la entraña del misterio que celebramos. Así lo harían los Apóstoles y las mujeres que acompañaron a Jesús en el momento supremo de la Calvario. Las palabras estaban de más: Jesús, el Hijo de Dios ha llevado hasta el límite su compromiso de vivir y morir con los hombres y para ellos. Ante tan extraño acontecimiento, las palabras pierden su sentido y se vuelven mudas.¿Qué diremos? Nada... Adoraremos, nos dejaremos llevar por sentimientos apropiados, escondidos en lo más profundo d e nosotros mismos y esperamos, con maría y los Apóstoles, en la oscuridad de la fe, hasta que el misterio se aclare y se haga luz. Esperaremos a silenciosamente a que el amor de Dios se haga sentir en nuestro interior...

Dios está más lejos, por decirlo así, de los que hablan demasiado y de los que viven sumergidos en el ruido absurdo. Mejor aún, son ellos los que están lejos de Dios. Lo mismo ocurre con todos aquellos que quieren resolverlo pensando, y los que ponen toda su esperanza en los hallazgos de la razón humana y en los descubrimientos de la ciencia. Existe otra sabiduría escondida recibida como un don por aquellos que le hacen un lugar, la desean y la piden. Es la sabiduría por la cual Dios se revela y se da a conocer. Es la sabiduría que no tiene más reglas de aprendizaje, que la sencillez del alma y la buena disposición.

A esta sabiduría divina, todos somos invitados en estos días. no hace falta matricularse ni pagar cuotas; pero es necesario acercarse a ella como, para calentarse es indispensable acercarse a la lumbre, y para ver, aproximarse a la luz. ¡Qué mejor, para ello, que procurar algunos espacios de silencio, intercalados entre los ruidos y las prisas; entre las fatigas y quebraderos de cabeza! Buscar un silencio que nos predisponga a escuchar. ¡Escuchar! Palabra sagrada que expresa la única vía que tenemos para aprender. Se enseña hablando y se aprende escuchando. Escuchar es más difícil que hablar. Ya que nos sentimos más vocacionados para ser maestros, que discípulos. Los buenos maestros, por lo demás, enseñan las mejores cosas con la actitud silenciosa, en el momento oportuno. Nuestro Santo Cristo mismo, en el proceso de su Pasión, fue Maestro silencioso, de las verdades más necesarias para los hombres.

Añadiré para terminar, que el silencio de esta noche, no es en manera alguna, triste o pesimista, ni siquiera pensando en la muerte del Señor. El no espera de nosotros lamentos ni compasión, sino esperanza y júbilo. Su dolor es ya pasado y sus penas nunca más volverán. Por otra parte, nuestra situación esta resuelta radicalmente, a poco que seamos diligentes en la colaboración con él, por su victoria sobre el mal y la muerte. La oscuridad del eclipse en el Calvario se ha desvanecido con el resplandor del sepulcro, en plena resurrección.

Cuando nuestro Santo Cristo expiró en la Cruz, todo había acabado. La obra habla llegado a su término y faltaba tan solo que se iluminara la escena con el resplandor del Resucitado, y que aquella luz divina, por la fe, resplandezca en el corazón de todos los hombres, para que no busquemos más la felicidad por caminos sin salida o que vayan a parar al abismo. El único camino ancho, confortable y con final feliz, lo ha abierto nuestro Santo Cristo, entregando su vida hasta el final, sin ninguna clase de reserva, y esto es lo que ya, desde estos momentos nos disponemos a celebrar en estas Fiestas Patronales, las fiestas grandes de Espera.

FOTOS ILUSTRATIVAS