RE-VIVAMOS EL MISTERIO DE NUESTRA SALVACIÓN
Pocas noticias han llenado páginas de periódicos y revistas los últimos meses como la última película de Mel Gibson sobre la Pasión de Jesús. Algunos la tachaban de antisemita (en contra del pueblo judío) otros pensaban que no la verían con buenos ojos en la Curia Vaticana. Y las opiniones se iban vertiendo a favor o en contra. El tema central era una fuerte discusión en los comienzos del siglo XXI sobre la figura histórica de Jesús.
Decía el actor: “La Pasión de Jesucristo es bastante fuerte. Nos hemos acostumbrado a ver crucifijos bonitos colgados de la pared, y decimos: Jesús fue azotado, llevó su cruz a cuestas y le clavaron a un madero, pero ¿Quién se detiene a pensar lo que estas palabras significan realmente?
(…) Entender lo que sufrió, incluso a un nivel humano, me hace sentir no solo compasión, sino también me hace sentir en deuda: yo quiero compensarle por la inmensidad de su sacrificio”.
Todos coincidían en que su película era demasiado realista y que podía abrir heridas, levantar susceptibilidades de un lado o de otro.
Sentí alegría y pena ante tales comentarios. Alegría porque cuando el curso de la historia borra las huellas de tantos y tantos héroes, la figura del Jesús histórico aun sigue “incomodando”, y tristeza, porque en medio de un mundo que quiere vivir de espaldas al dolor y ocultar todo tipo de sufrimiento, también reclama, aunque sea veladamente, descafeinar, lo que llegó a ser la historia, lo que llegamos a ser todos con el Dios hecho Hombre. Por eso, como sacerdote y hermano vuestro, me he propuesto y os propongo a todos que esta Cuaresma, desde la Imposición de la Ceniza del Miércoles Santo hasta la Noche Pascual hagamos un esfuerzo para “re-vivir” y no solo recordar el precio de nuestra salvación.La Entrada en Jerusalén como alboroto y gozo del cántico de los niños, aquellas alfombras, ramos y palmas tendidas en las calles con las que más tarde construirían los látigos para azotarlo en la Columna, aquellos arcos de madera con los que más tarde construirían la Cruz para colocarla sobre sus hombros. Aquel cuerpo que bendecía y multiplicaba los panes y que el mismo pueblo que se había beneficiado lo clavaría, para que desde el Calvario exhalara su última Expiración. Aquellos hombres y mujeres que le seguían en las orillas y en las barcas y que después por cobardía se van a esconder a la hora de acompañar al primer Santo Entierro, no nos pueden dejar indiferentes.
Espera entera en clave de conversión tiene que sentirse azotada y crucificada con su Señor, tiene que contemplarlo en la sepultura para gritar en medio de su pueblo que Cristo vive y Resucitado está en medio de nosotros. Esto exige una mirada tan profunda a Dios y una caridad tan exquisita con los hermanos que nada de lo que ocurre en nuestro pueblo nos sea indiferente, desde las elecciones autonómicas y generales, hasta los grandes retos y desafíos que plantea la Evangelización en una sociedad que como nos recordaron los Obispos recientemente: “Cada día es más frágil en la fe y en las costumbres morales”.
Desde la Encarnación, el paseo que Jesús se dio por la historia estuvo lleno de bienaventuranzas y bendiciones, de milagros y aclamaciones, pero el final fue tan cruento que dulcificarlo sería una traición a la historia y una deformación al Evangelio. Por eso, nuestros pasos este año tienen que ser una memoria viva de lo Cristo sufrió por nuestros pecados.
Espera tiene que llorar lágrimas de arrepentimiento con su Señor dolorido, pero Espera, sabe también que la última palabra no la tuvo ni los tormentos ni la sepultura sino el Aleluya que proclamaremos juntos cuando prenda la mecha del nuevo Cirio Pascual.
Si nuestro testimonio es tan grande y fuerte que pudiera producir escándalo y bochorno a los tibios, posiblemente nos encontremos tan solos como la Santísima Virgen en el misterio de su Soledad, pero como Ella no decaeremos aplastados por la iniquidad sino que unidos en la Oración, la tendremos presente en medio de nosotros para que pueda conducirnos al auténtico Jesús de los Evangelios, al auténtico Cristo que profesamos en nuestra fe.
¡Despierta, Espera! No languidezcas, por muchas tinieblas que percibas a tu alrededor, para que el Cristo muerto y resucitado que celebramos en estos Días Santos siga haciéndolo presente la Iglesia cada vez que escucha la Palabra de Dios, administra los sacramentos y celebra la Cena del Señor.
Pablo Peña Vinces
Vuestro Párroco y Servidor
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@ Antonio Durán Azcárate. 2001 - 2004 Espera ( Cádiz ) ANDALUCÍA - ESPAÑA